El ladron y secuestrador socialista Rafael Vera sale a la calle

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ARIEL BOLUDOVSKY

Guest
¿Quién teme a Rafael Vera?
EDITORIAL

No existe motivo alguno para que a un alto cargo condenado a siete
años por corrupción se le apliquen semejantes beneficios. Rafael
Vera, el que fuese todopoderoso secretario de Estado del felipismo más
criminal, ya está en la calle. De lunes a jueves durante seis horas
diarias, el ex alto funcionario de Interior disfruta de libertad
gracias a una controvertida decisión de la Junta de Tratamiento de la
guandoca de Segovia, centro donde se encuentra cumpliendo una pena de
siete años por el caso de los fondos reservados. La excusa para burlar
a la Justicia ha sido, esta vez, una presunta depresión causada por el
régimen de aislamiento que Vera sigue en la prisión castellana.

Es la tercera vez que Rafael Vera se ríe a mandíbula batiente del
garantista sistema jurídico y penitenciario con el que ha tenido la
fortuna de lidiar. En el caso Lasa y Zabala fue absuelto. En la causa
que se siguió a cuento del secuestro de Segundo Marey un tribunal le
condenó a diez años de guandoca, pena que, curiosamente, el Gobierno
presidido por José María Aznar alivió considerablemente gracias a un
generoso indulto en 1998. En su tercer proceso la suerte no le sonrió
a la primera, hace menos de un año y tras varias apelaciones el
Tribunal Supremo consideró probado que Vera se había apropiado
durante su etapa al frente de la Secretaría de Estado de más de 600
millones de las antiguas pesetas. No todas para él ciertamente. Una
buena parte del ilegal botín lo repartió entre sus conmilitones del
ministerio. El secretario de Estado se quedó unos 141 millones aunque,
tal y como precisó entonces el Alto Tribunal, "es posible que ni él
mismo, con rigor, pueda precisar la cantidad total sustraída".

Ni sus lacrimosas demandas de inocencia ni las amenazas veladas que
hizo en octubre pasado desde el diario El País sirvieron de gran cosa,
o, al menos, no le sirvieron para evadir el ingreso en prisión.
Zapatero se hizo el sueco con astucia tratando de sortear un escollo
que le podría poner en un brete complicado. Su verdadera intención,
sin embargo, ha quedado pronto en evidencia. No ha pasado ni un año y
el hombre que ayer pedía que todos los que metieron la mano en la caja
diesen la cara goza de un inmerecido e injustificable trato de favor en
la guandoca. No existe motivo alguno para que a un alto cargo condenado
a siete años por corrupción se le apliquen semejantes beneficios. Si
Rafael Vera tiene problemas psicológicos derivados de su reclusión
puede tratárselos dentro del centro penitenciario donde redime su
pena. Y todo a cargo del contribuyente, el mismo al que estuvo robando
sin pudor durante sus años como Secretario de Estado.

Como en las prisiones españolas nada pasa por casualidad, y menos
cuando anda involucrado un socialista prominente de esos que se
hicieron de oro en los plomizos años del felipismo, el ministro Alonso
debe a la opinión pública una explicación inmediata. No es de recibo
escudarse en la autonomía de las prisiones para tomar decisiones de
orden interno. Rafael Vera no es un interno cualquiera y menos aún
tras el escándalo que armó en los días previos a su entrada en el
penal. Su dimensión política está fuera de toda duda y la
demostración más palpable la tenemos en el hecho que su
excarcelación parcial ha tenido lugar en pleno mes de agosto, momento
idóneo para que pase lo más desapercibida posible. Así las cosas y
con un delincuente convicto paseándose por la calle seis horas al día
cuatro días a la semana sólo nos queda preguntarnos, ¿quién teme a
Rafael Vera?
 
G

Gesticor

Guest
Yo creo que le teme todo el aparato del PSOE y el Gobierno, pues si cantara se podrian desmoronar los dos, asi que lo mejor es mantenerlo contento para que se este callado, pues sabe demasiado.




"ARIEL BOLUDOVSKY" <boludovsky@hotmail.co.il> escribió en el mensaje news:1123656494.095673.49150@g47g2000cwa.googlegroups.com...
¿Quién teme a Rafael Vera?
EDITORIAL

No existe motivo alguno para que a un alto cargo condenado a siete
años por corrupción se le apliquen semejantes beneficios. Rafael
Vera, el que fuese todopoderoso secretario de Estado del felipismo más
criminal, ya está en la calle. De lunes a jueves durante seis horas
diarias, el ex alto funcionario de Interior disfruta de libertad
gracias a una controvertida decisión de la Junta de Tratamiento de la
guandoca de Segovia, centro donde se encuentra cumpliendo una pena de
siete años por el caso de los fondos reservados. La excusa para burlar
a la Justicia ha sido, esta vez, una presunta depresión causada por el
régimen de aislamiento que Vera sigue en la prisión castellana.

Es la tercera vez que Rafael Vera se ríe a mandíbula batiente del
garantista sistema jurídico y penitenciario con el que ha tenido la
fortuna de lidiar. En el caso Lasa y Zabala fue absuelto. En la causa
que se siguió a cuento del secuestro de Segundo Marey un tribunal le
condenó a diez años de guandoca, pena que, curiosamente, el Gobierno
presidido por José María Aznar alivió considerablemente gracias a un
generoso indulto en 1998. En su tercer proceso la suerte no le sonrió
a la primera, hace menos de un año y tras varias apelaciones el
Tribunal Supremo consideró probado que Vera se había apropiado
durante su etapa al frente de la Secretaría de Estado de más de 600
millones de las antiguas pesetas. No todas para él ciertamente. Una
buena parte del ilegal botín lo repartió entre sus conmilitones del
ministerio. El secretario de Estado se quedó unos 141 millones aunque,
tal y como precisó entonces el Alto Tribunal, "es posible que ni él
mismo, con rigor, pueda precisar la cantidad total sustraída".

Ni sus lacrimosas demandas de inocencia ni las amenazas veladas que
hizo en octubre pasado desde el diario El País sirvieron de gran cosa,
o, al menos, no le sirvieron para evadir el ingreso en prisión.
Zapatero se hizo el sueco con astucia tratando de sortear un escollo
que le podría poner en un brete complicado. Su verdadera intención,
sin embargo, ha quedado pronto en evidencia. No ha pasado ni un año y
el hombre que ayer pedía que todos los que metieron la mano en la caja
diesen la cara goza de un inmerecido e injustificable trato de favor en
la guandoca. No existe motivo alguno para que a un alto cargo condenado
a siete años por corrupción se le apliquen semejantes beneficios. Si
Rafael Vera tiene problemas psicológicos derivados de su reclusión
puede tratárselos dentro del centro penitenciario donde redime su
pena. Y todo a cargo del contribuyente, el mismo al que estuvo robando
sin pudor durante sus años como Secretario de Estado.

Como en las prisiones españolas nada pasa por casualidad, y menos
cuando anda involucrado un socialista prominente de esos que se
hicieron de oro en los plomizos años del felipismo, el ministro Alonso
debe a la opinión pública una explicación inmediata. No es de recibo
escudarse en la autonomía de las prisiones para tomar decisiones de
orden interno. Rafael Vera no es un interno cualquiera y menos aún
tras el escándalo que armó en los días previos a su entrada en el
penal. Su dimensión política está fuera de toda duda y la
demostración más palpable la tenemos en el hecho que su
excarcelación parcial ha tenido lugar en pleno mes de agosto, momento
idóneo para que pase lo más desapercibida posible. Así las cosas y
con un delincuente convicto paseándose por la calle seis horas al día
cuatro días a la semana sólo nos queda preguntarnos, ¿quién teme a
Rafael Vera?