Christina Mirabilis
Madmaxista
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He ido a pasar el finde a casa de un familiar. A ese piso además, suele ir más gente (el familiar está difunto y nos lo gozamos los herederos).
Me pongo a sacar las cosas de la maleta y cuál es mi sorpresa cuando me encuentro unas ropa interior sucias en el váter. Eran de esas sin costuras rojas, de las que me pongo yo en "esos" días del mes, no podría salir tranquila sabiendo que voy a salir a la calle y pueden atropellarme haciendo que la jóven promesa de la medicina e inminente ganador del premio Nobel me vea de esa guisa.
Pues bien, las aíslo en una bolsa hermética con ayuda de una bolsa del BM y la manga del pijama a modo de mascarilla mientras doy gracias a Dios por haberme leído todos los protocolos a seguir en caso de ébola... Me olvido de ellas.... Pero sólo por un tiempo.
De cena de cumpleaños, coincido con la dueña de las ropa interior, mi cuñada y futura señora de mi hermano. Todo correcto. De no ser pos su innata simpatía. Como es habitual, intenta meterse conmigo y ni corta ni perezosa, zanjó la discusión diciendo:
-Cuando quieras te pasas por casa, que te dejaste unas ropa interior sucias tiradas en casa de la tía.
Las diez personas de mi lado de la mesa, incluyendo una de las presidencias, han tragado lo que tenían en la boca sin masticar y han cambiado de tema. El resto no se ha enterado de nada, para que digan que soy mala gente, podía haber dado a la copa con la cucharilla para que todos atendieran, pero no. Soy buena gente, hago el mal sin despeinarme, de manera natural, mientras sonrío.
A veces me siento mal, pero pronto se me pasa. Podría haber sido peor. Podía haber llevado las ropa interior conmigo esperando el momento justo en el que sacarlas del tuperware y arrojarlas sobre la mesa diciendo:
-¡Tú Jennifer Macarena, tú deshonraste el apellido Otegi!
Pero algo fallaba para esa representación y era que no tenían rastro. (De olerlas pasé)
Me pongo a sacar las cosas de la maleta y cuál es mi sorpresa cuando me encuentro unas ropa interior sucias en el váter. Eran de esas sin costuras rojas, de las que me pongo yo en "esos" días del mes, no podría salir tranquila sabiendo que voy a salir a la calle y pueden atropellarme haciendo que la jóven promesa de la medicina e inminente ganador del premio Nobel me vea de esa guisa.
Pues bien, las aíslo en una bolsa hermética con ayuda de una bolsa del BM y la manga del pijama a modo de mascarilla mientras doy gracias a Dios por haberme leído todos los protocolos a seguir en caso de ébola... Me olvido de ellas.... Pero sólo por un tiempo.
De cena de cumpleaños, coincido con la dueña de las ropa interior, mi cuñada y futura señora de mi hermano. Todo correcto. De no ser pos su innata simpatía. Como es habitual, intenta meterse conmigo y ni corta ni perezosa, zanjó la discusión diciendo:
-Cuando quieras te pasas por casa, que te dejaste unas ropa interior sucias tiradas en casa de la tía.
Las diez personas de mi lado de la mesa, incluyendo una de las presidencias, han tragado lo que tenían en la boca sin masticar y han cambiado de tema. El resto no se ha enterado de nada, para que digan que soy mala gente, podía haber dado a la copa con la cucharilla para que todos atendieran, pero no. Soy buena gente, hago el mal sin despeinarme, de manera natural, mientras sonrío.
A veces me siento mal, pero pronto se me pasa. Podría haber sido peor. Podía haber llevado las ropa interior conmigo esperando el momento justo en el que sacarlas del tuperware y arrojarlas sobre la mesa diciendo:
-¡Tú Jennifer Macarena, tú deshonraste el apellido Otegi!
Pero algo fallaba para esa representación y era que no tenían rastro. (De olerlas pasé)
