Religión: Más Kohl que Schmidt, una cuestión moral

Eric Finch

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Más Kohl que Schmidt, una cuestión moral | El blog de Santiago González

Más Kohl que Schmidt, una cuestión moral

Publicado el Miércoles, 20 agosto 2014


Piensen en uno de esos individuos que medio centenar de veces al año alimentan las páginas de sucesos de los diarios al asesinar a su pareja. Si tuvieran los reflejos que ha mostrado el Padre de la Patria Catalana, denunciarían a los policías que los detuvieron: “¿Es que ya no se puede gozar de un poco de intimidad en su propia casa?”

Mutatis mutandis, el Gran Defraudador Confeso ha denunciado a la banca andorrana por revelar sus secretos bancarios. Andorra era la Isla Tortuga de los Pujol, el refugio secreto en que los pirabas guardaban su botín y disfrutaban de él tras sus campañas de saqueo. Eran muchos años de tradición y no estaban preparados para que un juez les cantara aquella gran canción de Suburbano: “Esta noche se hace historia,/ hoy se cierra Isla Tortuga./Después de un tiempo de gloria,/ comienza un tiempo de duda.”

El Patriarca se queja de que el móvil de todo esto es político, España contra el soberanismo catalán. Ahora ya sabemos que los suyos eran sólo económicos, aunque durante los largos y venturosos años del latrocinio, él no cesaba de invocar móviles políticos mientras pensaba en sus extraterritoriales cuentas andorranas, su anschluss particular.

Todos los delincuentes tienen derecho a defenderse y el presunto Pujol también tiene sus garantías, naturalmente. Si las pruebas hubieran sido obtenidas de manera ilegal serían nulas, pero caben algunas objeciones: la primera es que la revelación del secreto sobre su delito fiscal ha sido hecha por él mismo, es una autoinculpación. La segunda es que no es probable que el juez Ruz se haya conformado con los datos que un presunto trabajador de la banca andorrana ha hecho públicos ilegalmente y sí lo es, en cambio, que la banca andorrana le haya proporcionado los datos al juez en cumplimiento de su obligación. La obligación de los bancos de guardar el secreto bancario de sus clientes, tiene esa excepción: la colaboración con la Justicia. La tercera es que hay grandes posibilidades de que al delito confesado de evasión de impuestos se le sume a lo largo de la instrucción el de corrupción por la manera de obtener la fortuna que ocultó a la Agencia Tributaria.

No se puede negar la racionalidad a su independentismo. ¿Alguien piensa que esto pasaría con una agencia tributaria propia, con una justicia estrictamente catalana, con un fiscal como Rodríguez Sol, que quiso empurar a El Mundo tras sus revelaciones sobre las cuentas de Pujol y Mas en Andorra y Suiza? Todo sería Isla Tortuga.

Mientras, en el oasis, todo es desconcierto. El diario del Grande daba cuenta de ello el domingo en dos artículos: Enric Juliana, escritor de editoriales colectivos, publicaba una extravagante pieza sobre un error de Montanelli, rectificado por él mismo: la improbable historia de que el 1 de septiembre de 1939, la invasión de Polonia por los tanques nazis tuvo enfrente a una brigada de caballería polaca, la brigada Pomorska. Juliana, que confiesa haberse pasado un mes en el Cono Sur, sin internet y sin leer la prensa de aquí,-qué raro-, se hace de nuevas sobre el caso Pujol con una frase muy notable: “Regreso a Madrid y encuentro a Jordi Pujol destruido por su familia y vendido por la banca andorrana”.

No tengo palabras. En el mismo ejemplar se publica lo que el periódico llama ‘un servicio especial’ (y tanto). Se trata de una pieza firmada por Maximilian Zierer, ‘Más Kohl que Schmidt’. Se da un repaso al tratamiento que la prensa alemana ha hecho del caso Pujol. El autor ha hecho sus paralelismos y ése parece ser el lugar exacto en la analogía: más cerca de Kohl que de Schmidt. La explicación va en el primer párrafo:

“Jordi Pujol no es Helmut Kohl, pero tampoco acabará como su antecesor Helmut Schmidt, que a sus 95 años sigue alimentando el papel de venerable hombre de Estado con libros, artículos e intervenciones televisivas.”​

Se ratifica en el último:

“A pesar de sus indiscutibles méritos para Alemania, Kohl nunca llegó a recuperar su fama en su vida como político jubilado después de que se descubriese el escándalo. Es conocida la admiración de Jordi Pujol por Helmut Kohl. El expresident había manifestado una íntima obsesión, que su legado político quedara inmaculado para la historia, no como su amigo excanciller. El tiempo dirá si predominarán sus méritos políticos pero, a falta de más explicaciones, hoy Pujol es más Kohl que Schmidt.”​

La misma comparanza joroba. Vayamos por partes: Kohl tuvo que dimitir al demostrarse que era responsable político de la financiación ilegal de su partido, CDU. Por ello tuvo que dimitir y pagar una multa de 100.000 euros.

Siempre he sostenido que la corrupción ‘patriótica’, la que tiene como objetivo financiar al partido, es más grave para la democracia que la del ‘comisionista’, porque ésta es una cuestión que atañe al autor y a sus cómplices si los hubiera, mientras la primera afecta al sistema. Pero dicho esto, hay una cuestión moral. Kohl no se llevó cantidad alguna a sus cuentas bancarias, ni hurtó su dinero al fisco. Es extraordinaria esta tentación de usar analogías indoloras. Entre Kohl y Schmidt, dice. A mí me parecería más propio compararle con la tradición autóctona: Jordi Pujol más Serrallonga (Joan Sala, bandido catalán del siglo XVII) que Santa Teresa de Jesús, que, según los historiadores de Mas, también era catalana.