Terminé de leer los 'Cuadernos de Rusia', de Dionisio Ridruejo

EL CURIOSO IMPERTINENTE

Será en Octubre
Desde
17 May 2011
Mensajes
28.588
Reputación
59.527
Estos cuadernos no vieron la luz hasta después de la fin de su autor. Son un documento de primer orden para conocer el día a día de los combatientes de la División Azul.

Son el diario de campaña del poeta falangista desde que la primera expedición de voluntarios de la División Azul partió de Madrid, en julio de 1941 hasta el regreso a España de Ridruejo en abril del años siguiente.

Dionisio Ridruejo, personaje influyente en la primera época del franquismo, formaba parte de los de falangistas descontentos con la orientación conservadora del régimen.

En la víspera del comienzo de la Operación Barbarroja, Ramón Serrano Suñer, Manuel jovenlandesa Figueroa y él discutieron el envío inmediato de un cuerpo de voluntarios falangistas.

En el seno del gobierno hubo contraste de pareceres entre quienes como Varela, proponían el envío de una unidad regular del Ejército y quienes preferían una fuerza expedicionaria de voluntarios falangistas. Se aceptó la segunda opción, por ser menos comprometedora para la neutralidad (o "no beligerancia activa") española.

Para Ridruejo, la División Azul había de servir como
intervención mínima y posible de España en la guerra (en toda la guerra). Por solidaridad para con un esfuerzo o un dolor del mundo (de unos y de otros). Por adhesión a una esperanza de mejor orden universal. Por conveniencia de estar presentes con algún título en la hora decisiva, porque ya no hay destino particular de nación alguna que quede fuera de tal decisión.

Probablemente para él, de una manera más personal, también fuera la oportunidad de luchar por sus ideales como un soldado más, saldando su deuda jovenlandesal al haber pasado la mayor parte de la Guerra Civil en Burgos encargado de asuntos de prensa y propaganda.

También abrigaba la esperanza de que a su regreso la División Azul sería el germen de un movimiento político que efectuara los cambios políticos deseados. Contaba para ello con el General Agustín Muñoz Grandes, el cual tenía la ambición de suplantar a Franco con el apoyo alemán.

Entre mis compañeros más próximos y, en general, entre los menos jóvenes de los voluntarios -que acaso sean los más hay de todos modos una cierta inclinación al mal humor, a la queja y a la impalpable indisciplina. A veces porque nuestra alimentación es precaria (una confusa sopa al mediodía y un trozo de pan con algún embutido frío por la noche, amén de unos caramelos objeto de broma general porque se ha dicha que tienen efectos anafrodisíacos); a veces --las más de las veces- por razones pollticas». Se cree, claro es, que a una masa de voluntarios la oficialidad ha de tratarla con especiales consideraciones. Creen otros que la significación político falagista de la División se ahoga en el vulgar militarismo. Los
de más allá rezongan de una etapa de instrucción que se preve, larga, etc., etc. A mí todo esto me parece menso. Sería más sincero decir que la vida militar (en cuartel) es incómodo. Todo eso de' la política, ¿qué sentido tiene'? Ahora esto es una división militar. Y una división militar tiene que funcionar como otra cualquiera, de modo que se la haga apta.para el combate: con disciplina seca y todo lo que es propio. Lo que deseemos que sea la División en España -ahora y al regreso: una fuerza de nueva fermentación política-, lo que queremos que sea ante los alemanes, todo eso nada tiene que ver con el régimen interno de la. misma. Aquí somos soldados y nada más. ,: Que ello es incómodo? Evidente. Pero a eso hemos venido. A mí me fatigan todas estas desazones estúpidas. En parte son disfraces de la mala conformidad, aunque a veces también resultados de una ambición acaso un poco desmedida y optimista. Lo cierto es que la División en bloque --sin que en ello part¡cipe conscientemente la mayor parte de la oficialidad, que es lo más grave- siente una especie de conciencia mesiánica: somos casi todos falangistas desilusionados, disconformes de cómo van las cosas en la España reaccionaria y ((quietista» que se nos ha organizado. Inconformistas en suma. Se diría que ese interés revolucionario respecto a España eclipsa casi el objetiva natural de la División: intervenir en la guerra del Este en nombre de España y acaso sólo para evitar a· España una participación de mayores riesgos. Friamente considerados -desde un criterio de Ministerio de Estado- somos el precio de la neutralidad. Lo que también nos desazona porque la, mayor parte de nosotros no somos partidarios de esa neutralidad o al menos estamos pesarosos de saber que es forzosa.

Las primeras dificultades surgieron al poco de iniciada la marcha hasta el frente ruso, tras completar su instrucción militar en Alemania. El grueso del cuerpo expedicionario español tuvo que recorrer a pie los mil quinientos kilómetros que le separaban del frente. Los hombres desfallecían de cansancio y los animales de tiro sucumbían al agotamiento físico. Empezaba a cundir la irritación hacia los aliados alemanes.

Aún mayor fue el desencanto cuando a punto de llegar a Smolensko, recibieron la orden de marchar al Norte para participar en el sitio de Leningrado.

Ridruejo y sus camaradas Agustín Aznar y Enrique Sotomayor fueron incorporados a la columna motorizada de la División, ahorrándose ese mal trago. Ventajas de ser personajes importantes en la España de Franco, supongo.

En el trayecto desde Prusia Oriental fue anotando sus observaciones acerca de los paisajes y las gentes que se iba encontrando. Su mirada está llena de fascinación por la estepa rusa y simpatía y piedad hacia el pueblo ruso, describiendo la miseria de los campesinos y la docilidad de los prisioneros.

Y así entre efusiones líricas y el infierno de la guerra Ridruejo va desgranando sus vivencias. Vivencias que le cambiaron para siempre.
 
Última edición:
"Empezó a cundir la irritación con los aliados alemanes"

Creo que los divisionarios iban con la idea equivocada de que todas las divisiones alemanas eran motorizadas, nada más lejos de la realidad, la división promedio alemana era hipomóvil, en realidad a la división azul se le prestaron los mismos medios que a cualquiera división de infantería alemana.
 
La cosa ha quedado resuelta mediante la intervenci6n de Rodrigo y de Manolo jovenlandesa (destinado como comandante ayudante del general) y previa una entrevista con el general mismo. La entrevista ha sido curiosa. El general ,ha empezado por manifestarme que antes sentia una gran prevención contra mí por cosas de la guerra y la. política, pero que desde que soy un soldado suyo se complace en ser mi amigo y en revisar su antiguo y erróneo criterio. Me ha dicho también: (Muchas personas desean que usted no pueda llegar al frente, así es que me parece bien que se agregue usted a una unidad motorizada que, ahorrándole la fatiga de la marcha, le permitirá llegar sin dificultad.» En general se ha comportado conmigo de un modo generoso y amable. He tenido de él como otras veces- la impresión de un buen jefe, un hombre honrado y sincero, una cabeza algo confusa y un gran fervor militar y español. No es dudoso -aparte esto que él siente el misionalismo político de la División como nadie, y que apenas puede recatar el designio ,de hacer de la División su .partido político para el regreso y, si el viento sopla, Alemania ayuda y la victoria asiste, quizá, quizá vea abierto el camino a la Dictadura. Mis observaciones sobre Enrique Sotomayor --transparente porque es muy joven- no dejan lugar a duda sobre esto. Respecto a lo que a mí me ha dicho el general, he de anotar una explicación. Soy, en efecto" persona que ha despertado en España grandes irritaciones, Demasiado joven, impertinente y revolucionario, por una parte. Demasiado presente en la vida nacional. Ocupado en la retaguardia lo más de la guerra. Poco amigo de atender a una clientela. Intolerante con muchas cosas. Por el lado falangista, poco inclinado a permitir que se subviertan las jerarquías de la inteligencia y que pase el título del servicio heroico por título de aptitud para, el Gobierno o la vieja filiación sea fuente de privilegios y prosperidades. Creo que casi siempre he vencido esa hostilidad por la prueba de la presencia. Pero no puedo tener una presencia múltiple. En fin, el «clima» de irritación culminó cuando mi alistamiento a la División, con unas cuantas amenazas que me fueron transmitidas las unas por camaradas, las otras procedentes de un grupo militar- por vía del coronel Vierna; otras, en fin, por un periodista alemán amigo mío y más o menos metido en la Embajada. Incluso aquí, en el campamento, el cuento ha seguido. Se opinó «que yo no debía llegar vivo al frente». Creo que hoy todo eso está ya conjurado. Sólo de una o dos personas sé que hayan resistido al empuje de los "adictos». Ciertamente nada de esto me preocupa.

Como es bien sabido Ridruejo fue desterrado a Ronda poco después de la destitución de Serrano Suñer. Terminó siendo uno de los más reconocidos
opositores a Franco en el interior de España y fundó un partido de corte socialdemócrata.

Los vaivenes que da la vida.

Hace algunos años Aquilino Duque hizo esta reseña del libro:

<strong>Los Cuadernos de Rusia de Dionisio Ridruejo</strong> - El Manifiesto

En el asiento correspondiente al 22 de enero de 1942 de Los cuadernos de Rusia, escribe Dionisio Ridruejo: En la Embajada conozco a una muchacha rusa –Missi Vasiloff– que en fotografía parece una Greta Garbo joven y más bonita. Al natural no persiste el parecido. Ésta es demasiado monumental. Pero el pecho que lleva libre y visible tras el velo de un traje malva es de una perfección impresionante. La que Dionisio llama Missi Vasiloff se llamaba en realidad Marie Vassiltchikov, Missie para sus íntimos, y era una aristócrata rusa refugiada con su familia en Alemania a raíz de la revolución soviética y atrapada en este país por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Missie, empleada sucesivamente en el Servicio de Radiodifusión y en el Ministerio de Exteriores del Reich, redactó en inglés unos diarios de los que tuve noticia por una reseña publicada en ABC por el Marqués de Tamarón más o menos en las fechas en que su hijo Diego contraía matrimonio con una aristócrata sevillana de linaje catalán descendiente directa de Missie. El gran mundo es un pañuelo.

Lo que Los cuadernos de Rusia pueda tener de crónica mundana se reduce al mes y medio que el autor hubo de pasar en Berlín para reparar su maltrecha salud, alojado en la Embajada que regía su amigo el conde de Mayalde, y con ser interesante y curioso, no es más que un paréntesis en la gran aventura trágica y heroica de la División Azul.

En algún libro mío he aludido en tono menor a esa aventura haciéndome eco de las maledicencias de contemporáneos. Otro hubiera sido mi tono de haber leído Los cuadernos de Rusia o de haber tenido con su autor alguna conversación sobre el tema, cosa harto impensable en la época en que merecí su amistad. Yo conocí a Ridruejo en octubre de 1959, a los postres de una cena con que la intelectualidad madrileña obsequió al poeta francés Pierre Emmanuel, y aún estaban muy próximas la guerra nuestra y la mundial como para tener interés histórico. El presente y el porvenir nos preocupaban más que el pasado, pero al margen del contenido de nuestras conversaciones en las que, como es natural, llevaba él la voz cantante, debo decir que lo tuve tanto por amigo como por maestro, como tuve a Rosales y a Panero y a tantos otros que daban el tono superior de la vida cultural en la España de entonces. Aun así, tengo sobre mi conciencia la reseña, más bien mezquina, que por encargo de Rosales hice para Cuadernos Hispanoamericanos, de su Diario de una tregua. Y es que debo confesar que en aquella fase de mi vida, un poco por fuerza del ambiente, ponía lo político por encima de lo poético. Cuando él murió, puede decirse que se habían invertido mis preferencias, y a eso quiero atribuir que pasara por alto sus escritos póstumos, entre ellos estos Cuadernos.

Amor y guerra

No se limita en ellos Dionisio a relatar las marchas, las guardias, los golpes de mano, las penalidades y los ocios (les longs loisirs de que hablaba Apollinaire) de la guerra, sino que describe con toda precisión las posiciones, las chabolas improvisadas, las isbas de las aldeas en las que se alojan él y sus camaradas, a veces solos y a veces, las más, en compañía de los pobres dueños. No sé si Ridruejo había leído a su contemporáneo Jünger, embarcado además en la misma aventura, pero su visión de la guerra está más cerca de la de éste que de la de otro escritor a quien menciona, Remarque, para abominar de su derrotismo pacifista y de las escenas obscenas, valga el oxímoron, a que éste reduce la convivencia de los soldados en las trincheras. Ridruejo no huye el bulto y no deja de mencionar la falta de recato con que los naturales del país hacen por ejemplo su vida matrimonial aunque compartan la misma habitación con varios soldados extranjeros. Empezaban a dormir – escribe Dionisio – cuando los patrones han vuelto a casa y desnudándose parsimoniosamente han ocupado su camastro. Al poco tiempo han empezado a sonar sus amorosos rugidos y todos los rumores de la lucha. El matrimonio usaba de sus derechos con perfecta sinceridad, sin disimulo alguno, ante los oídos atónitos de mis amigos que –hundido el rostro en los colchones– sofocaban la risa para no ser indiscretos.

No dice más y lo dice todo. Aun con mayor elegancia refiere un idilio propio en Berlín, un idilio de convalecientes, primero él y luego ella. El 14 de enero le pareció encantadora una señora de pelo castaño, preciosos ojos azules, cuerpo esbelto, con una conversación divertidísima… Se llama Podevils (condesa, creo) y está empleada en la prensa extranjera. Es hija de un diplomático retirado de origen bávaro. El 31 de enero anota: Salgo un par de veces con Hexe Podevils, que se divierte mucho con mis discursos y tiene unos ojos bastante eficaces. El 2 de febrero escribe: Por la noche invito a Hexe a cenar conmigo en el hotel. De pronto me dice que yo soy el hombre con quien exactamente le gustaría vivir toda la vida. Me quedo estupefacto y divertido. Naturalmente, hubiera sido indecoroso no besarla apasionadamente al dejarla en su casa. El regreso al frente interrumpe el idilio. Cuando a Dionisio lo evacúan definitivamente por su mal estado de salud, es ella la que está convaleciente de una operación y escribe él el 21 de abril: …almuerzo con Hexe por última vez. Acaso por última vez del todo. Me despide con mucha ternura. Está preciosa, casi sobrenatural, con su palidez de convaleciente. Sé, sin embargo, que un breve vuelo de seis horas va a borrarlo todo muy seguramente.

La guerra es un estado de excepción en el que el ser humano da lo mejor y lo peor de sí mismo, y Dionisio tiene del ser humano tan buena opinión que acaba, más que simpatizando con un pueblo y una tierra de los que lo separan la guerra y el idioma, por amarlos. Sólo a esta infinita dimensión puede amanecer así… Primero las pocas nubes que recorren el cielo aparecen como brasas leves, enrojecidas. Luego crece por mucho tiempo, intensa, una franja rosada en el horizonte. Desvaneciéndola aparece el sol, completándose poco a poco hasta ser un inmenso globo rojo. Plenamente visible es espantosa la desolación del paisaje; tierra de humus, ennegrecida. A los lados de la carretera unos cuantos árboles carbonizados, esqueletos, espectros de árboles que angustian el aire con su gesto inmóvil. Hasta el horizonte, una infecundidad sin límites, desierta y sin alivio; sin fisonomía. No obstante, amo esto. Del combatiente enemigo habla siempre con respeto y del prisionero y del sujeto pasivo de la guerra con piedad. Se lanzan apelotonados y por centenares, medio ebrios de vodka, vociferando terriblemente con estentóreos “hurras”… El arma blanca les impresiona especialmente y aun más si quienes la empuñan avanzan cantando. Cantar y acometer con machete calado es ya entre los nuestros un “truco” consagrado por la buena experiencia. No obstante, entre ellos, es brava la oficialidad, más brava que experta, y bravísimos los comisarios políticos, es decir, los responsables. Entre sus camaradas, los más próximos le son Agustín Aznar, desbordante de humanidad física y afectiva, y Enrique Sotomayor, con el que va trabando una amistad que truncaría la fin de éste en combate.

La figura de éste, al principio velada por una bruma de recelo, va cobrando nitidez y relieve a lo largo de las páginas y contrapone con su inteligencia un toque de realidad a las abstracciones de su interlocutor. Otro amigo, Agustín de Foxá, escribe a sus padres desde Berlín el 22 de agosto de 1941: Ayer, gran almuerzo en la Embajada en honor de Muñoz Grandes. Asistieron Ridruejo y Aznar vestidos de soldados. El embajador levantó la copa de champagne y dijo: “Por la entrada en Moscú”. Hace unos años cayeron en mis manos los cuadernos de notas manuscritas de Foxá y en ellos pude leer una versión más completa de ese almuerzo, en la que por ejemplo se dice que en un determinado momento, Dionisio le dijo a Muñoz Grandes, que lucía uniforme de general alemán con pantalón de raya roja: “Mi general, ustedes los héroes serán en la historia lo que digamos los poetas.” Al general no le hizo mucha gracia tamaña impertinencia y el anfitrión, Mayalde, resolvió la situación con el brindis susodicho.

No es difícil ver en ciertas reflexiones y en ciertos desengaños el origen de la evolución posterior del pensamiento de Dionisio, aún muy apegado a aquellas convicciones que lo llevaron a alistarse en la División. Hay en él opiniones que no tienen nada de subversivas, pero que es muy posible que se lo parecieran a los custodios de la ortodoxia del Movimiento, y eso acaso explique que el libro no saliera en vida del autor. Por un lado estaba la Censura oficial, que no iba a pasar por alto juicios reticentes sobre el Generalísimo como guionista de cine por ejemplo, y por otro la oficiosa, que no iba a tolerar por ejemplo que al Führer se le elogiara con una eficaz sobriedad. Ya ésta, la oficiosa, campaba por sus respetos en 1978, año de la mirífica Constitución, y puede que a eso se deba el que pasara poco menos que desapercibido uno de los mejores libros a mi juicio del siglo XX español.


---------- Post added 08-feb-2017 at 21:59 ----------

"Empezó a cundir la irritación con los aliados alemanes"

Creo que los divisionarios iban con la idea equivocada de que todas las divisiones alemanas eran motorizadas, nada más lejos de la realidad, la división promedio alemana era hipomóvil, en realidad a la división azul se le prestaron los mismos medios que a cualquiera división de infantería alemana.

Iban con una idea equivocada y exageradamente optimista de la campaña. Algunos temían no llegar a tiempo para participar en la toma de Moscú. Por eso Ridruejo daba cuenta de la satisfacción de los divisionarios cuando el ejército alemán se tropezó con la resistencia especialmente obstinada de los soviéticos en Smolensko.


No era aquella la única queja expresada contra los alemanes en el libro. Una vez desplegados en el frente cundió el malestar por el escaso apoyo artillero y la nula cobertura aérea prestada a la División, que debió rechazar los ataques de fuerzas abrumadoramente superiores, tanto en número como en equipamiento.

En algunos momentos me dio la impresión de que Ridruejo simpatizaba más con los rusos que con los alemanes.

También critica a los autoridades españolas por no proveer a la División de la ayuda material necesaria. Escribió que cuando se pidió ayuda a las autoridades españolas estas les respondieron desabridamente que si no estaban bien regresaran a España.
 
Última edición:
Offtopic


Hace años leí "Los diarios de Berlín" de Marie Vassiltchikov, la chica rusa a la que Dionisio Ridruejo conoce como Missi Vasiloff.
El libro tiene capítulos interesantes, aunque tiene también muchas páginas tipo cotilleo o "crónica social".

51108103.jpg


Y si, parece ser como dice Dionisio, que la rusa tenía su aquel...

5W6NwEJ.jpg
 
Offtopic


Hace años leí "Los diarios de Berlín" de Marie Vassiltchikov, la chica rusa a la que Dionisio Ridruejo conoce como Missi Vasiloff.
El libro tiene capítulos interesantes, aunque tiene también muchas páginas tipo cotilleo o "crónica social".

51108103.jpg


Y si, parece ser como dice Dionisio, que la rusa tenía su aquel...

5W6NwEJ.jpg

No es la única mujer de tronío que conoció en Berlín. Durante su breve estancia en la capital alemana inició una relación con la Condesa Mechtild von Podewils ( conocida familiarmente como Hexe). El Almirante Canaris (al cual también trató Dionisio Ridruejo en Berlín) la envió como agente de la Abwehr a España. Se rumorea que tuvo un affaire con el actor Leslie Howard cuando este visitó nuestro país en misión especial. Como se sabe Howard perdió la vida cuando el avión en que viajaba de regreso fue derribado sobre el Golfo de Vizcaya por cazas alemanes.

Dionisio7.jpg

La fotografía de Hexe y Dionisio en la playa de Caldetes es de 1942 y propiedad de la familia Ridruejo de Ros.

Hispaniarum: Cantar la gloria de tu olvido


- EL MUNDO | Suplemento cronica 735 - LA ESPÍA QUE VOLVIÓ LOCO A RIDRUEJO

INVESTIGACIÓN | UNA VIDA DE PELÍCULA

LA ESPÍA QUE VOLVIÓ LOCO A RIDRUEJO
LOCO DE amor. La condesa alemana fue enviada a España por el almirante Canaris. Mantuvo, a la vez, una relación con otro espía, el actor Leslie Howard, con una misión de Churchill para Franco. A sus 95 años, la localizamos en Sotogrande

JOSÉ REY-XIMENA

Metchild Podewils, con 29 años, y Dionisio Ridruejo, con 31, en la playa de Caldetes (Barcelona) donde el escritor continuó su 'destierro' tras pasar por Ronda.| Archivo familiar
Metchild Podewils, con 29 años, y Dionisio Ridruejo, con 31, en la playa de Caldetes (Barcelona) donde el escritor continuó su 'destierro' tras pasar por Ronda.| Archivo familiar
A pesar de sus 95 años, la condesa Mechthild Von Hese Podewils-Dürniz aún conserva el rastro de ese atractivo que tanta fama le dio en el Madrid de los años 40. «Tiene una ternura inmensa y una belleza irresistible. Yo no me resisto ciertamente», escribía de ella Dionisio Ridruejo.

No ha sido fácil dar con el paradero de esta mujer enigmática y absolutamente desconocida para el gran público pese a la relevante vida que la precede. La condesa alemana lo mismo firmaba junto a Torrente Ballester la traducción al español de las obras de Rilke que mantenía un idilio imposible con el mencionado Ridruejo y, a la vez, ejercía el cometido que la trajo a España en 1943: ser agente al servicio del espionaje alemán. De sus labores como informante (y de sus encantos) supo, por ejemplo, el actor Leslie Howard, a quien Podewils frecuentó antes de que el inglés falleciera al ser derribado el avión en el que viajaba.

La condesa recibe a Crónica en su cuarto, aún convaleciente de un problema de anginas. Mechthild Podewils reside desde el año 2003 en una mansión en la lujosa urbanización gaditana de Sotogrande. «Mi progenitora ha decidido pasar los últimos años de su vida en la misma tierra en la que tan feliz fue con su gran amor: Dionisio Ridruejo», dice su hija, la baronesa Cornelia Von Uexküll, desvelando la profunda huella que el escritor y político español dejó en la ex espía.

Sus palabras la secunda el hecho de que un retrato de Ridruejo -amigo de José Antonio y jefe de propaganda de la Falange, aunque al acabar la Guerra Civil se enfrentó a la dictadura instaurada por Franco, padeciendo por ello prisión y luego destierro-, enmarcado en plata, cuelgue en un lugar privilegiado del salón junto a otras fotos de la época.

Ridruejo y la bella Mechthild Podewils se conocieron en enero de 1942 en la embajada de Berlín, donde el español había recalado para curarse de las heridas sufridas en el frente ruso, donde luchó con la División Azul. Ridruejo contaba así aquel primer encuentro en Los cuadernos de Rusia: «12 de enero: La cena fue más bien de sociedad. Había una señora oficialmente guapa, guapísima, pero no me pareció nada encantadora. Me lo pareció, en cambio, una señora de pelo castaño, preciosos ojos azules, cuerpo esbelto, con una conversación divertidísima, que vino el día 14. Se llama Podewils (condesa creo) y está empleada en la prensa extranjera».

Ridruejo quedó embelesado, pues, por aquella dama -hija de un diplomático de origen bávaro- que hablaba español por haberse criado en Colombia. Su progenitora fue la célebre escritora Gertrud Von Podewils-Dürniz, muy reconocida en Colombia por haber rescatado las leyendas de los indios muiscas. Su abuelo Klemens Graf Von Podewils-Dürniz fue primer ministro de Baviera en el año 1911.

Dionisio, como luego su grupo de amigos -Torrente Ballester, Tovar, Edgar Neville o Pedro Laín Entralgo- la comenzó a llamar Hexe, el apodo que había recibido de pequeña en su casa y que significa «bruja». La conexión entre ambos se afianzó rápidamente. La condesa pareció quedar pronto prendada del aquel poeta enclenque que había llegado a Berlín malherido y con 39 kilos de peso, 26 menos que los que tenía cuando partió de España. Para el 2 de febrero la relación, según escribe Ridruejo en Los cuadernos de Rusia, estaba así: «Por la noche invito a Hexe a cenar conmigo en el hotel. De pronto me dice que yo soy el hombre con quien exactamente le gustaría vivir toda la vida. Me quedo estupefacto y divertido. Naturalmente, hubiera sido indecoroso no besarla apasionadamente al dejarla en su casa», escribía Ridruejo.

Por entonces, la condesa ya había puesto fin a un matrimonio de tres años con Jürgen Schuback, un industrial alemán con el que se casó a los 16 años y quien le dio dos hijos, Elga y Piet. «Un empresario de mediana edad que andaba enfrascado en oscuros negocios en torno al wolframio español», escribe Manuel Penella en su obra Dionisio Ridruejo, poeta y político.

Hexe compartía ahora un modesto piso con otra mujer. Ridruejo la visitó allí casi todas las tardes hasta que se sintió con fuerzas para regresar al frente del que su mala salud lo expulsó pronto. De vuelta de nuevo a Berlín -Los cuadernos de Rusia- buscó a la condesa: «Me he dedicado intensamente a Hexe, a quien encontré enferma a mi llegada, recién operada en una clínica. Los primeros días he pasado allí las tardes con ella. Estaba guapísima, tenue, con sus extraordinarios ojos azules, sus labios de niña y su pecho de adolescente bajo su leve seda rosa. La veía, la veré siempre, a través de muchas rosas frescas de cuya maravillosa estructura pasaba a ella para volver hasta unir unas y otras formas -uno y otro laberinto de labios- en una sola sensación de caricia y de perfume. No me fío mucho de amores que tienen tantas fronteras por medio, incluso dentro de mí mismo. Pero ella ha estado tan amorosa, tan enternecida, tan convaleciente en cama y despertando con lentitud, tan acariciable y manual, tan niña y tentadora, que no he tenido más remedio que dejarme llevar».

Tan entregadas palabras las fecha Ridruejo el 21 de abril de 1942. El día siguiente, aterriza en España. Fue probablemente la marcha del amado lo que impulsó a Hexe a aceptar la oferta que un buen amigo de la familia tenía para ella en España. «Vine enviada por Canaris», corrobora la condesa a Crónica.

El almirante Canaris y otros miembros de la nobleza alemana se oponían a Hitler y a la Gestapo. Canaris, muy bien conectado con la España de Franco a través de sus amigos falangistas, moriría asesinado por la Gestapo acusado de participar, junto al barón Claus Von Stauffenberg, en el atentado de 1944 contra Adolf Hitler, en la denominada Operación Walkiria.

En aquel abril de 1942 lo que Canaris quería de Mechthild Podewils es que fuera una de sus agentes en el extranjero y ella aceptó el encargo. Ya como espía, se instaló en un piso de la madrileña calle Serrano y se movió pronto con soltura. Estaba introducida tanto en los círculos oficiales como aristocráticos, y era una buena amiga de Miguel Primo de Rivera y de otros miembros del Gobierno.

A Ridruejo, sin embargo, no le iban tan bien las cosas. Había regresado de Alemania madurando la idea de una nueva y democrática España. Se alejaba cada vez más de una dictadura por la que no había luchado. Finalmente, a raíz de una carta en la que critica la política del régimen -con fecha de 7 de julio de 1942-, el general Franco lo condena al destierro, el 16 de octubre de ese año en Ronda.

En la ciudad malagueña, Hexe y él viven unas semanas de apasionado romance. Un idilio que la condesa rememora ahora desde Sotogrande -a sólo 80 kilómetros de distancia- a donde se ha mudado buscando precisamente la cercanía de los recuerdos.

TRADUCTORA DE RILKE

En Ronda, Hexe y Ridruejo se instalaron en el hotel Reina Victoria, donde en 1912 pasó una temporada el poeta austriaco Rainer María Rilke y donde escribió la Sexta de sus Elegías de Duino. Curiosamente, sería Mechthild Podewils quien, con Torrente Ballester, traduciría al castellano esta obra de Rilke, además de su Réquiem.

Pese a la intensidad de sus encuentros, la relación no fructifica. «Yo era divorciada y no había matrimonio civil en la época», explica la condesa. Ridruejo, además, era un castellano viejo y las proposiciones de vivir amancebados que ella le lanzaba no entraban en sus esquemas. Tras varias rupturas previas, el escritor formaliza la separación para acabar comprometiéndose y casándose -en junio de 1944- con Gloria de Ros Ribas. Hexe sufrió una profunda depresión.

Durante unos meses, la condesa había compaginado su relación con Ridruejo con un corto idilio con el actor británico Leslie Howard. En el caso de Ridruejo, todo hace indicar que no hubo ningún interés oculto en el acercamiento de Podewils a él, que le interesaba el hombre y no la información que pudiera sacarle, pero no se puede decir lo mismo sobre sus intenciones con Leslie Howard, el caballero Ashley Wilkes de Lo que el viento se llevó. Como relato en la obra El vuelo de Ibis, el actor había llegado a España en mayo de 1943 enviado por el servicio de inteligencia británico con el encargo de hacer llegar al gobierno de Franco un mensaje secreto de parte de Winston Churchill, una información que me desveló la actriz española Conchita Montenegro, quien fue amante de Leslie Howard cuando actuaron juntos en Hollywood en el año 1931.

La misión de la condesa era averiguar las razones del viaje del actor a España. La propia Mechthild Podewils confirma a Crónica su relación con Leslie Howard.

ENCUENTROS EN EL RITZ

Condesa y actor se veían en Madrid, en el lujoso Hotel Ritz, donde él estaba alojado. Los servicios de inteligencia británicos, que sospechaban de Mechthild Podewils, llegaron a a pensar erróneamente que trabajaba en el salón de belleza del Ritz. No se sabe si la cautivadora alemana consiguió su propósito -los testimonios de la época no alaban precisamente su pericia como espía-, pero sí que no tuvo mucho tiempo para lograrlo. El 1 de junio de 1943, el avión de pasajeros en el que Leslie Howard viajaba (hacía la ruta Lisboa-Bristol) fue abatido por ocho junkers nazis frente a la costa gallega, en Cedeira. No hubo supervivientes.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, Metchild cayó en desgracia. Lo cuenta Manuel Penella en su libro sobre Ridruejo: «Los aliados pidieron a las autoridades españolas la entrega de Hexe, implicada, al parecer en un intento de secuestrar al duque de Windsor durante una cacería en España. Nadie movió un dedo por ella». La condesa incluso intentó suicidarse con somníferos. Fue Ridruejo quien acudió en su auxilio pidiéndole a Serrano Suñer que se ocupara de ella. Mechthild Podewils acabó huyendo a Sudamérica.

Allí, en la isla de Curaçao, en las Antillas holandesas, conoció en 1949 al barón Thure von Uexkül, médico de profesión, quien se convertiría en su segundo marido. El barón es el padre de Cornelia, la hija que acompaña hoy a la condesa. Tras un nuevo divorcio (1956), la condesa Mechthild Podewils volvió a casarse, esta vez en Washington, con Humphrey Evans, un destacado miembro de la CIA. Enviudó en 1987 y en 1989 se desposó de nuevo, esta vez con el periodista William J. Gill. Cuando esté falleció, en 2003, regresó a la tierra donde vivió su verdadero amor.

Elga Schlubach: «Mamá luchó contra Hitler desde España» | Madrid | Madrid - Abc.es


También menciona a la mejicana Gloria von Fürnstenberg (Gloria Rubio Alatorre), Cuando la conoció ésta tenía un idilio con el embajador español Conde de Mayalde. Presuntamente fue espía al servicio del III Reich en España. Después de la guerra estuvo casada brevemente con el Príncipe Ahmed Fakhry Bey de Egipto, sobrino del rey Faruk y de la Princesa Fawzia, primera esposa del Shah Mohamed Reza Pahleví. Su cuarto y último marido fue Lord Thomas Guinness, diputado conservador en la Casa de los Comunes. Todo un carrerón el de esa mujer.

0617c404491e2814b0b8ddcb3d61b4cf.jpg

15-Mrs.-Patrick-Guinness-1957-Paris.jpg



Otro personaje interesante al que menciona de pasada es el periodista e historiador barcelonés Ramón Garriga Alemany, a la sazón Jefe de Prensa y Propaganda en la Embajada de España en Berlín y corresponsal de La Vanguardia Española, al cual había conocido en Burgos durante la Guerra Civil. Después de la Segunda Guerra Mundial Garriga vivió exiliado en Argentina, no regresando a España hasta después la fin de Franco. Escribió varios libros biográficos sobre la familia Franco y otros personalidades relevantes de la época y acerca de las relaciones entre España y la Alemania de Hitler.

Una de las mejores anécdotas de esa época es una conversación que tuvieron Ridruejo y Garriga en Berlín poco después de la derrota de Francia.

En Berlín Dionisio Ridruejo dijo entonces a Ramón
Garriga que los alemanes ya habían ganado la guerra Mundial y
pertenecían a una raza superior. La primera de aquellas evidencias le
deleitaba como falangista. La segunda le repelía como cristiano.
Tartajeando replicó Garriga: «No son una especie suprema, y en 1945
habrán perdido esta guerra, en mitad de una catástrofe sin precedentes en
toda la historia de Alemania. A ti se te conoce enseguida que eres un pueblerino de Burgo de Osma.»
:XX::XX::XX::XX::XX:

Esto y el puñetazo que Serrano Suñer le propinó a Rafael Sánchez Mazas son dos de las historias más hilarantes del primer franquismo.

Esa período de la historia de España es de los más fascinantes. Madrid era un hervidero de intrigas en la que se mezclaban la alta politica internacional y el espionaje con "affaires" amorosos más o menos secretos.
 
Última edición:
Volver