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Llegaron sus vísceras en un bote de formol al Laboratorio de Necropsias. Era sólo un número más.Un expediente más. Se llamaba Ana María y tenía 46 años.
Cuando se levantó esa mañana, pensando previamente como iba a celebrar su cumpleaños,se fue hacia su cocina, nueva, grande, espaciosa, aséptica.
Se dirigió al mueble bar, donde guardaba las copas de las celebraciones especiales. Y esta lo era.
Recordó como fue su último año, los golpes,los empujones, los puñetazos, las patadas, eran de una frecuencia cada vez mayor, de su marido, un jurista de reconocido prestigio,¿ Prestigio? Esa simple palabra le hizo soltar una carcajada,¿Quien iba a creerla? Si él fuera un don nadie, tal vez podría pedir protección, pero siendo quien era, ni se le ocurría.Mas vueltas que le habia dado a la cabeza, y no encontraba ninguna solución.El miedo, la impotencia, el dolor, el sufrimiento, le paralizaba, no le dejaba pensar mas que en una salida.
Le conoció siendo joven, demasiado joven, siempre fue un novio celoso, posesivo, pero eso la hacia sentir segura, la quería para él. Era buen estudiante, brillante, y ambicioso, lo quería todo y lo quería ya. Llegar donde habia llegado era el camino mas lógico y probable.Previsible, todo medido, controlado, estudiado. La llevó de recien casados, lejos de los suyos, la aisló de amigos y familia. Ahora sus amistades eran las mismas, las suyas, de él.
De entre la gran variedad de copas, escogió dos copas de boca ancha, le habían contado que la medida estandarizada de 4.5 cm de diàmetro, originalmente fue por la medida exacta de los pezones de la esposa de Luis XV, estuvo tentada de comparar sus pezones con los de la esposa consorte, pero una macabra sonrisa se dibujó en su cara , sus manos cogieron las copas por el tallo fino , y las llevó a un mantel de hilo blanco que protegía el mármol de la mesa, de su cocina, nueva, grande, espaciosa y aséptica.
Colocó con evidente cuidado, las dos frágiles copas, para eso era su último cumpleaños. Se sentó frente a ellas. Cogió la botella de lejía y la escanció como si fuera sidra. Levantó ambas copas, brindó con ellas y para ella. Chin, chin, salió de sus pálidos labios sin pintar.
Y de un sólo trago vació sendas copas.
El final ya lo sabeis, fue solo un número más en el Laboratorio de Necropsias.
Relato ficticio*
Cuando se levantó esa mañana, pensando previamente como iba a celebrar su cumpleaños,se fue hacia su cocina, nueva, grande, espaciosa, aséptica.
Se dirigió al mueble bar, donde guardaba las copas de las celebraciones especiales. Y esta lo era.
Recordó como fue su último año, los golpes,los empujones, los puñetazos, las patadas, eran de una frecuencia cada vez mayor, de su marido, un jurista de reconocido prestigio,¿ Prestigio? Esa simple palabra le hizo soltar una carcajada,¿Quien iba a creerla? Si él fuera un don nadie, tal vez podría pedir protección, pero siendo quien era, ni se le ocurría.Mas vueltas que le habia dado a la cabeza, y no encontraba ninguna solución.El miedo, la impotencia, el dolor, el sufrimiento, le paralizaba, no le dejaba pensar mas que en una salida.
Le conoció siendo joven, demasiado joven, siempre fue un novio celoso, posesivo, pero eso la hacia sentir segura, la quería para él. Era buen estudiante, brillante, y ambicioso, lo quería todo y lo quería ya. Llegar donde habia llegado era el camino mas lógico y probable.Previsible, todo medido, controlado, estudiado. La llevó de recien casados, lejos de los suyos, la aisló de amigos y familia. Ahora sus amistades eran las mismas, las suyas, de él.
De entre la gran variedad de copas, escogió dos copas de boca ancha, le habían contado que la medida estandarizada de 4.5 cm de diàmetro, originalmente fue por la medida exacta de los pezones de la esposa de Luis XV, estuvo tentada de comparar sus pezones con los de la esposa consorte, pero una macabra sonrisa se dibujó en su cara , sus manos cogieron las copas por el tallo fino , y las llevó a un mantel de hilo blanco que protegía el mármol de la mesa, de su cocina, nueva, grande, espaciosa y aséptica.
Colocó con evidente cuidado, las dos frágiles copas, para eso era su último cumpleaños. Se sentó frente a ellas. Cogió la botella de lejía y la escanció como si fuera sidra. Levantó ambas copas, brindó con ellas y para ella. Chin, chin, salió de sus pálidos labios sin pintar.
Y de un sólo trago vació sendas copas.
El final ya lo sabeis, fue solo un número más en el Laboratorio de Necropsias.
Relato ficticio*
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