MAESE PELMA
me gusta depilarme los huevones y tocármelos
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Ha causado general consternación un video en el que, mientras una patrullera de la Guardia Civil era una y otra vez embestida por una lancha motora dedicada al narcotráfico, una multitud aleaba y celebraba las embestidas, que dejarían un saldo de dos agentes de la Guardia Civil asesinados y otros tantos heridos de gravedad. Por supuesto, tales celebraciones han sido presentadas como expansiones de una patulea de viles homínidos.
Nada más alejado de la realidad. Aquellos andobas que jaleaban las embestidas de la lancha motora «nos representan», que diría un cursi sistémico. España es una de las narcodemocracias más pujantes y consolidadas del mundo, donde más de un tercio de la población se droja habitualmente. Más de tres millones de españoles, un 11,2 por ciento de la población entre 15 y 64 años, se empapuza de cocaína. Y en consumo de cannabis somos los reyes indisputados de Europa. En España, desde que se implantara el Régimen del 78, el consumo de drojas ha crecido de forma exponencial, hasta alcanzar cotas propias de una sociedad poco equilibrada y terminal, como prueban las cantidades de droja decomisadas año tras año. Y la drojadicción, en la narcodemocracia española, se trata de un fenómeno verdaderamente «tras*versal», que diría un cursi sistémico. Se drojan los jóvenes y los viejos, los pobres y los ricos, la plebe y las élites. O, dicho más exactamente, se droja la plebe porque se drojan las élites; pues, como escribía el cronista Juan de Lucena sobre la reina Isabel, «lo que los reyes facen, bueno o malo, todos ensayamos de lo facer. Jugaba el rey, éramos todos tahúres; estudia la reina, somos agora estudiantes».
Son las élites del Régimen del 78 quienes han convertido a los españoles en una piara adicta a las drojas (y a los fármacos). Así que esos andobas que jaleaban las embestidas contra la patrullera de la Guardia Civil no eran ninguna patulea de viles homínidos; eran una representación del pueblo español convertido en piara, que celebraba jubilosamente que la droja pudiese llegar sin trabas a su sangre, para poder vivir la vida de cosa que las élites le han asignado; una vida de zombis con las facultades cognitivas deterioradas, una vida de gente sin amor ni fe ni esperanza que, sin embargo, los hace sentirse «empoderados», porque entre colocón y colocón pueden abortar o cambiarse de sesso; y, sobre todo, votar, votar como descosidos. Aquellos picoletos asesinados a bordo de una patrullera habían sido enviados por unas élites desaprensivas a representar un paripé o pantomima. Convendría que la Guardia Civil y demás cuerpos de seguridad advirtieran de una puñetera vez que las élites que los obligan a combatir el narcotráfico con medios paupérrimos y obsoletos que ponen en riesgo cierto su vida son las mismas que luego les ordenan zurrar la badana a los menguantes españoles que se resisten a la degradación sistémica. Dejad de ser «esclavos de uniforme» de esa gente maligna, picoletos y maderos.
HILO DE @Blackest Los narcos del campo de Gibraltar NO SON MIS ENEMIGOS
(ya sé que está cogido por los pelos, pero aquí hemos venido a rolear)
Nada más alejado de la realidad. Aquellos andobas que jaleaban las embestidas de la lancha motora «nos representan», que diría un cursi sistémico. España es una de las narcodemocracias más pujantes y consolidadas del mundo, donde más de un tercio de la población se droja habitualmente. Más de tres millones de españoles, un 11,2 por ciento de la población entre 15 y 64 años, se empapuza de cocaína. Y en consumo de cannabis somos los reyes indisputados de Europa. En España, desde que se implantara el Régimen del 78, el consumo de drojas ha crecido de forma exponencial, hasta alcanzar cotas propias de una sociedad poco equilibrada y terminal, como prueban las cantidades de droja decomisadas año tras año. Y la drojadicción, en la narcodemocracia española, se trata de un fenómeno verdaderamente «tras*versal», que diría un cursi sistémico. Se drojan los jóvenes y los viejos, los pobres y los ricos, la plebe y las élites. O, dicho más exactamente, se droja la plebe porque se drojan las élites; pues, como escribía el cronista Juan de Lucena sobre la reina Isabel, «lo que los reyes facen, bueno o malo, todos ensayamos de lo facer. Jugaba el rey, éramos todos tahúres; estudia la reina, somos agora estudiantes».
Son las élites del Régimen del 78 quienes han convertido a los españoles en una piara adicta a las drojas (y a los fármacos). Así que esos andobas que jaleaban las embestidas contra la patrullera de la Guardia Civil no eran ninguna patulea de viles homínidos; eran una representación del pueblo español convertido en piara, que celebraba jubilosamente que la droja pudiese llegar sin trabas a su sangre, para poder vivir la vida de cosa que las élites le han asignado; una vida de zombis con las facultades cognitivas deterioradas, una vida de gente sin amor ni fe ni esperanza que, sin embargo, los hace sentirse «empoderados», porque entre colocón y colocón pueden abortar o cambiarse de sesso; y, sobre todo, votar, votar como descosidos. Aquellos picoletos asesinados a bordo de una patrullera habían sido enviados por unas élites desaprensivas a representar un paripé o pantomima. Convendría que la Guardia Civil y demás cuerpos de seguridad advirtieran de una puñetera vez que las élites que los obligan a combatir el narcotráfico con medios paupérrimos y obsoletos que ponen en riesgo cierto su vida son las mismas que luego les ordenan zurrar la badana a los menguantes españoles que se resisten a la degradación sistémica. Dejad de ser «esclavos de uniforme» de esa gente maligna, picoletos y maderos.
HILO DE @Blackest Los narcos del campo de Gibraltar NO SON MIS ENEMIGOS
(ya sé que está cogido por los pelos, pero aquí hemos venido a rolear)