P
PRI$OE
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Libertad DIGITAL
El clásico objetivo socialista es eliminar la desigualdad que genera
el capitalismo. En éste supuestamente se explota y roba al trabajador
y por ello había que hacer la revolución proletaria -necesariamente
violenta-, terminar con la propiedad privada e implantar la
planificación central, mientras se llegaba a la sociedad sin clases y
sin Estado porque éste siempre ha sido un instrumento de explotación,
genialidad de Marx que los socialistas olvidan.
No les voy a recordar las dictaduras, hambrunas y muertos que dejaron.
En Chile, terminaron de liquidar la democracia y el desarrollo, y nos
legaron a Pinochet. Finalmente, los militares cambiaron el país para
bien y, en una de esas, los socialistas podrían incluso vendernos que
ellos generaron esta dialéctica de tesis, antítesis y síntesis.
Los partidos socialistas deberían haberse declarado en quiebra, pero
prefirieron cambiar el discurso. Ahora ya no expropian y respetan los
mercados y los precios. Hasta serían aperturistas y ya no hablan del
imperialismo yanqui, aunque apechugan en todo con Fidel, Chávez y la
China comunista. Incorporaron en su léxico los derechos humanos, pero
no para casos como los anteriores, sino sólo cuando se trata de
"abusos capitalistas".
La verdad es que, si los dejan solos, subirían los impuestos hasta
lograr la igualdad. Y lo otro que les encanta es regularlo todo. En
resumen, expropiar y planificar con vaselina, con los mismos efectos de
estancamiento y pobreza de antes, más el ingrediente totalitario del
Estado grande que termina con la libertad, contrata amigos, hace
favores, compra conciencias, comunica lo que se le ocurre y se
reproduce en el tiempo. Intentan uniformar la cultura y la educación,
los sexos, las relaciones de pareja y el aumento de la población.
Pretenden una nueva moral que reemplace, con disimulo, la tradicional,
tan ligada a creencias religiosas que consideran el opio del pueblo. En
esto están teniendo éxito, con la activa complicidad de ciertos curas
y democristianos.
Pero lo que más caracteriza a los socialistas es su desconfianza en el
actuar libre de las personas. Estas son entre sencillas e incapaces, por
lo que deben ser guiadas y dirigidas. No se las puede dejar solas, idea
que comparten con conservadores y dictaduras diversas. Se las debe
"proteger" y "ayudar" en todo, con mil leyes que les digan qué comer,
cómo y cuánto trabajar o emprender, cómo hacer el amor, educar a los
hijos, decidir qué estudiar, las enfermedades que deben tener, cómo
movilizarse en bicicletas en vez de autos, y hasta cómo galantear y
tratar a los prójimos, de lejos, sin acoso en las oficinas y sin
discriminar según el color del pelo, el tono de voz, la forma de
caminar o el uso de pantalones o faldas.
Esto no lo diga, pero los socialistas creen que las mujeres son más
tontitas y por eso hay que darles cuotas especiales en el Congreso,
ministerios, profesiones y hasta en la Presidencia. Vamos a terminar
con la discriminación entre hombres y mujeres en los baños y en los
hogares. Ambos harán de todo, desde la cocina hasta el catre. ¡Ya
llegaremos al hermafroditismo, compañeros!
Pero con la igualdad total, desaparecen la libertad, los incentivos, la
innovación, la creatividad, el emprendimiento y el desarrollo. Y, al
final, todos vamos a tener tumbas iguales, reguladas y regaladas por el
Estado.
¿Y el amor y la pareja? ¿Qué vendría siendo esa idea burguesa, si
todos somos clonados, iguales y hermafroditas? Bueno, los socialismos
siempre han sido muy aburridos.
© AIPE
Álvaro Bardón es Profesor de economía en la Universidad Finis
Terrae, fue presidente del Banco Central de Chile
El clásico objetivo socialista es eliminar la desigualdad que genera
el capitalismo. En éste supuestamente se explota y roba al trabajador
y por ello había que hacer la revolución proletaria -necesariamente
violenta-, terminar con la propiedad privada e implantar la
planificación central, mientras se llegaba a la sociedad sin clases y
sin Estado porque éste siempre ha sido un instrumento de explotación,
genialidad de Marx que los socialistas olvidan.
No les voy a recordar las dictaduras, hambrunas y muertos que dejaron.
En Chile, terminaron de liquidar la democracia y el desarrollo, y nos
legaron a Pinochet. Finalmente, los militares cambiaron el país para
bien y, en una de esas, los socialistas podrían incluso vendernos que
ellos generaron esta dialéctica de tesis, antítesis y síntesis.
Los partidos socialistas deberían haberse declarado en quiebra, pero
prefirieron cambiar el discurso. Ahora ya no expropian y respetan los
mercados y los precios. Hasta serían aperturistas y ya no hablan del
imperialismo yanqui, aunque apechugan en todo con Fidel, Chávez y la
China comunista. Incorporaron en su léxico los derechos humanos, pero
no para casos como los anteriores, sino sólo cuando se trata de
"abusos capitalistas".
La verdad es que, si los dejan solos, subirían los impuestos hasta
lograr la igualdad. Y lo otro que les encanta es regularlo todo. En
resumen, expropiar y planificar con vaselina, con los mismos efectos de
estancamiento y pobreza de antes, más el ingrediente totalitario del
Estado grande que termina con la libertad, contrata amigos, hace
favores, compra conciencias, comunica lo que se le ocurre y se
reproduce en el tiempo. Intentan uniformar la cultura y la educación,
los sexos, las relaciones de pareja y el aumento de la población.
Pretenden una nueva moral que reemplace, con disimulo, la tradicional,
tan ligada a creencias religiosas que consideran el opio del pueblo. En
esto están teniendo éxito, con la activa complicidad de ciertos curas
y democristianos.
Pero lo que más caracteriza a los socialistas es su desconfianza en el
actuar libre de las personas. Estas son entre sencillas e incapaces, por
lo que deben ser guiadas y dirigidas. No se las puede dejar solas, idea
que comparten con conservadores y dictaduras diversas. Se las debe
"proteger" y "ayudar" en todo, con mil leyes que les digan qué comer,
cómo y cuánto trabajar o emprender, cómo hacer el amor, educar a los
hijos, decidir qué estudiar, las enfermedades que deben tener, cómo
movilizarse en bicicletas en vez de autos, y hasta cómo galantear y
tratar a los prójimos, de lejos, sin acoso en las oficinas y sin
discriminar según el color del pelo, el tono de voz, la forma de
caminar o el uso de pantalones o faldas.
Esto no lo diga, pero los socialistas creen que las mujeres son más
tontitas y por eso hay que darles cuotas especiales en el Congreso,
ministerios, profesiones y hasta en la Presidencia. Vamos a terminar
con la discriminación entre hombres y mujeres en los baños y en los
hogares. Ambos harán de todo, desde la cocina hasta el catre. ¡Ya
llegaremos al hermafroditismo, compañeros!
Pero con la igualdad total, desaparecen la libertad, los incentivos, la
innovación, la creatividad, el emprendimiento y el desarrollo. Y, al
final, todos vamos a tener tumbas iguales, reguladas y regaladas por el
Estado.
¿Y el amor y la pareja? ¿Qué vendría siendo esa idea burguesa, si
todos somos clonados, iguales y hermafroditas? Bueno, los socialismos
siempre han sido muy aburridos.
© AIPE
Álvaro Bardón es Profesor de economía en la Universidad Finis
Terrae, fue presidente del Banco Central de Chile