A
ARIEL BOLUDOVSKY
Guest
ZP ya tiene su 'Prestige', pero elude el debate mientras crece la
'chavización' del sistema democrático
@Federico Quevedo
Viernes, 22 de julio de 2005
tamaño del texto columnas dar tu opinión
Permítanme que le dedique un chapeau a Rosario Arévalo, consejera de
Medio Ambiente de la Junta de Castilla-La Mancha que ayer presentó su
dimisión. Ojalá cundiera el ejemplo, porque todavía sigo sin
explicarme que hacía el presidente Rodríguez en la ópera y la
ministra Narbona en Ronda cuando a las siete y media de la tarde del
domingo 17 de julio ya se sabía que el incendio de Guadalajara había
provocado víctimas mortales, según relataba ayer ABC en rigurosa
exclusiva. O qué hacía el presidente Barreda de cena con unos amigos
cuando el sábado por la noche ya se sabía que el incendio tenía
tintes de tragedia ¿No les recuerda eso, amables lectores, a aquellas
cacerías de Cascos y Fraga mientras el Prestige se partía en dos a
pocas millas de las costas gallegas? El poder, por desgracia, aísla y
ensoberbece a quien lo ostenta, aunque con notables diferencias y a eso
voy, porque por esa incomprensible razón que se esgrime desde la
izquierda como dogma de fe, las tragedias sólo se pueden utilizar como
argumento político contra la derecha.
Se dice estos días que no es comparable la tragedia de Guadalajara con
la del Prestige. Cierto, empezando porque la primera ha causado once
víctimas y siguiendo porque la naturaleza de cada una es distinta.
Pero sí son comparables los considerandos. A saber, que en ambos casos
se trata de accidentes difíciles de prever -por eso son accidentes-,
que en ambos casos ha habido notables negligencias por parte de las
autoridades, que en ambos casos se produce un daño ecológico de
difícil reparación y que en ambos casos la oposición política
-entonces el PSOE, ahora el PP- tenía y tiene la obligación de
pedir explicaciones. La diferencia es que Rajoy -vicepresidente
primero- compareció en las Cortes tantas veces como le fueron pedidas,
mientras que ahora el Gobierno de Rodríguez se oculta bajo el manto de
esa pretendida impunidad de la que goza la izquierda en España y que
le permite hacer de su capa un sayo, hasta el punto de que mientras las
llamas arrasaban todo lo que encontraban a su paso Rodríguez seguía
escuchando gorgoritos sin ni siquiera sonrojarse de vergüenza.
Pues va siendo hora de que esto no sea así, y de que la actitud
envanecida de Rodríguez y su Gabinete ante la tragedia que se ha
cobrado la vida de once personas le pase factura, al menos en términos
de opinión pública. Porque hay que tener el rostro duro como el
cemento para reclamar, como hacía la secretaria de Medio Ambiente y
Desarrollo Rural de este partido, una tal Soraya Rodríguez, a quien no
tengo el gusto, que "no se utilice políticamente esta situación ya
que hay momentos en que los partidos políticos debemos ser capaces de
demostrarle a los ciudadanos que, por encima de nuestras disputas,
somos capaces de ayudar, cooperar y apoyar a las administraciones, sean
del color político que sean, en aras del bien común". Pues eso no
fue lo que hizo la izquierda con el Prestige. Entonces se manipuló, se
mintió y se coaccionó a un gobierno al que directamente se
responsabilizó de un accidente. Entonces se hicieron campañas
mediáticas, se sacó a la gente a la calle, se enarbolaron lemas
-Nunca mais- y emblemas revolucionarios con el fin de echar a un
Gobierno del poder democráticamente obtenido.
El pasado sábado por la tarde, los técnicos de la Guardia Civil, del
Seprona y de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta hablaban ya,
en sus comunicaciones con la Delegación del Gobierno, de un incendio
de "considerables proporciones". Es decir, de un 'gran
incendio' que afectaba al interés general, motivo por el cual,
según me explicaba el martes un ingeniero forestal presente en el
lugar de los hechos, el Gobierno debería haber asumido las tareas de
coordinación. No ocurrió así hasta el lunes por la mañana, cuando
ya nada se podía hacer.
¿Culpable? ¿Inocente? No lo sé, pero al menos es un motivo más que
suficiente para que alguien dé las oportunas explicaciones y, si no,
¿a cuento de qué viene la dimisión de la consejera
castellano-manchega? Pero, en lugar de eso, el Gobierno y su presidente
se esconden, eluden el debate, hablan de promesas y de buenas
intenciones que ya veremos si se cumplen. Por de pronto, no servirán
para devolver la vida a los once fallecidos, y siempre permanecerá la
duda, razonable, de si esas muertes podrían haberse evitado si, desde
un principio, se hubieran utilizado todos los medios disponibles para
la extinción del incendio.
La tragedia, además, ha venido a elevar el ya alto nivel de
chavización de nuestro sistema democrático. Vengo denunciando desde
hace tiempo la importación de los métodos chavistas por parte del
presidente Rodríguez, pero nada como el espectáculo del portavoz
parlamentario socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, hostigando a los
diputados del PP, en plan bravucón y pendenciero, como si de un
portero de discoteca se tratara, y encontrando en Rafael Hernando
-"tú, además (de cara dura y mentiroso), estás fingiendo"-,
recién llegado del funeral del hermano de un amigo abrasado por el
incendio, la víctima propiciatoria de su desafío. Es la chavización
en estado puro, la provocación directa y sin ambages al adversario,
para evitar la asunción de las propias responsabilidades. Rodríguez
ya tiene su Prestige, pero la izquierda se yergue sobre la nada
democrática base de su inmunidad y el favor de una vara de medir
distinta según a quien mida.
'chavización' del sistema democrático
@Federico Quevedo
Viernes, 22 de julio de 2005
tamaño del texto columnas dar tu opinión
Permítanme que le dedique un chapeau a Rosario Arévalo, consejera de
Medio Ambiente de la Junta de Castilla-La Mancha que ayer presentó su
dimisión. Ojalá cundiera el ejemplo, porque todavía sigo sin
explicarme que hacía el presidente Rodríguez en la ópera y la
ministra Narbona en Ronda cuando a las siete y media de la tarde del
domingo 17 de julio ya se sabía que el incendio de Guadalajara había
provocado víctimas mortales, según relataba ayer ABC en rigurosa
exclusiva. O qué hacía el presidente Barreda de cena con unos amigos
cuando el sábado por la noche ya se sabía que el incendio tenía
tintes de tragedia ¿No les recuerda eso, amables lectores, a aquellas
cacerías de Cascos y Fraga mientras el Prestige se partía en dos a
pocas millas de las costas gallegas? El poder, por desgracia, aísla y
ensoberbece a quien lo ostenta, aunque con notables diferencias y a eso
voy, porque por esa incomprensible razón que se esgrime desde la
izquierda como dogma de fe, las tragedias sólo se pueden utilizar como
argumento político contra la derecha.
Se dice estos días que no es comparable la tragedia de Guadalajara con
la del Prestige. Cierto, empezando porque la primera ha causado once
víctimas y siguiendo porque la naturaleza de cada una es distinta.
Pero sí son comparables los considerandos. A saber, que en ambos casos
se trata de accidentes difíciles de prever -por eso son accidentes-,
que en ambos casos ha habido notables negligencias por parte de las
autoridades, que en ambos casos se produce un daño ecológico de
difícil reparación y que en ambos casos la oposición política
-entonces el PSOE, ahora el PP- tenía y tiene la obligación de
pedir explicaciones. La diferencia es que Rajoy -vicepresidente
primero- compareció en las Cortes tantas veces como le fueron pedidas,
mientras que ahora el Gobierno de Rodríguez se oculta bajo el manto de
esa pretendida impunidad de la que goza la izquierda en España y que
le permite hacer de su capa un sayo, hasta el punto de que mientras las
llamas arrasaban todo lo que encontraban a su paso Rodríguez seguía
escuchando gorgoritos sin ni siquiera sonrojarse de vergüenza.
Pues va siendo hora de que esto no sea así, y de que la actitud
envanecida de Rodríguez y su Gabinete ante la tragedia que se ha
cobrado la vida de once personas le pase factura, al menos en términos
de opinión pública. Porque hay que tener el rostro duro como el
cemento para reclamar, como hacía la secretaria de Medio Ambiente y
Desarrollo Rural de este partido, una tal Soraya Rodríguez, a quien no
tengo el gusto, que "no se utilice políticamente esta situación ya
que hay momentos en que los partidos políticos debemos ser capaces de
demostrarle a los ciudadanos que, por encima de nuestras disputas,
somos capaces de ayudar, cooperar y apoyar a las administraciones, sean
del color político que sean, en aras del bien común". Pues eso no
fue lo que hizo la izquierda con el Prestige. Entonces se manipuló, se
mintió y se coaccionó a un gobierno al que directamente se
responsabilizó de un accidente. Entonces se hicieron campañas
mediáticas, se sacó a la gente a la calle, se enarbolaron lemas
-Nunca mais- y emblemas revolucionarios con el fin de echar a un
Gobierno del poder democráticamente obtenido.
El pasado sábado por la tarde, los técnicos de la Guardia Civil, del
Seprona y de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta hablaban ya,
en sus comunicaciones con la Delegación del Gobierno, de un incendio
de "considerables proporciones". Es decir, de un 'gran
incendio' que afectaba al interés general, motivo por el cual,
según me explicaba el martes un ingeniero forestal presente en el
lugar de los hechos, el Gobierno debería haber asumido las tareas de
coordinación. No ocurrió así hasta el lunes por la mañana, cuando
ya nada se podía hacer.
¿Culpable? ¿Inocente? No lo sé, pero al menos es un motivo más que
suficiente para que alguien dé las oportunas explicaciones y, si no,
¿a cuento de qué viene la dimisión de la consejera
castellano-manchega? Pero, en lugar de eso, el Gobierno y su presidente
se esconden, eluden el debate, hablan de promesas y de buenas
intenciones que ya veremos si se cumplen. Por de pronto, no servirán
para devolver la vida a los once fallecidos, y siempre permanecerá la
duda, razonable, de si esas muertes podrían haberse evitado si, desde
un principio, se hubieran utilizado todos los medios disponibles para
la extinción del incendio.
La tragedia, además, ha venido a elevar el ya alto nivel de
chavización de nuestro sistema democrático. Vengo denunciando desde
hace tiempo la importación de los métodos chavistas por parte del
presidente Rodríguez, pero nada como el espectáculo del portavoz
parlamentario socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, hostigando a los
diputados del PP, en plan bravucón y pendenciero, como si de un
portero de discoteca se tratara, y encontrando en Rafael Hernando
-"tú, además (de cara dura y mentiroso), estás fingiendo"-,
recién llegado del funeral del hermano de un amigo abrasado por el
incendio, la víctima propiciatoria de su desafío. Es la chavización
en estado puro, la provocación directa y sin ambages al adversario,
para evitar la asunción de las propias responsabilidades. Rodríguez
ya tiene su Prestige, pero la izquierda se yergue sobre la nada
democrática base de su inmunidad y el favor de una vara de medir
distinta según a quien mida.