Cosas que no se pueden decir

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sencillaco Premium Deluxe - Desde 2009 dando por trastero
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Detrás tuyo berenjena en mano, ladrón
Cosas que no se pueden decir | musaquontas

No es que la orden sea el silencio. Es que nos enseñan a temer a las palabras, a las consecuencias –pocas veces provechosas- de nuestra queja u opinión. Nos hemos acostumbrado a que sea más rentable autocensurar un comentario que educarnos en el pensamiento crítico. Cada vez me encuentro con más personas que optan por no hacer pública su opinión por miedo a la reacción de la masa, siempre irracional, visceral, antropológicamente nociva. Y al carecer de una formación basada en el discernimiento, en saber matizar entre una declaración y un ataque, hemos convertido la susceptibilidad en opinión pública.

En los últimos meses he asistido a más linchamientos en redes sociales que en toda la filmografía wéstern junta. No nos gusta la disidencia, homogeneizamos el pensamiento en nombre de la ideología, polarizamos los argumentos, negamos el matiz, no verbalizamos aquello que, ya sea por corrección política o por impopularidad, podría traernos problemas.

A comienzo de semana escuché al actor Willy Toledo quejarse, ni más ni menos que en el programa de televisión Hable con ellas de Telecinco, del boicot que estaba padeciendo en España por manifestar libremente su opinión. Y yo, que puedo compartir el trasfondo de algún pensamiento de Toledo pero estoy en las antípodas de sus formas, pensé que la engañosa supremacía de este sistema reside precisamente en que es capaz de asumir el pensamiento y su oposición, por radical que sea. El sistema crea su propio antisistema y lo sienta en un sofá de Mediaset. El actor es el romántico tipo libre que está solo porque dice lo que piensa y la televisión del sistema lo exhibe, para escarnio de unos y admiración de otros. Juro que tras ver a Willy Toledo debatiendo con estudiosas de la talla de Rocío Carrasco o Alba Carrillo, que le afeó que disfrutase del nudismo en la playa –atentos al nivelón-, llegué a pensar que bastante poco veto se hace en este país a determinadas opiniones. ¿Por qué se veta a Toledo por opinar que aplaudiría a Nadal si jugase con la Cuba comunista y no vetamos a Alba Carrillo o al Pequeño Nicolás, que suelen opinar necedades y todos sabemos que acostumbrar a un país a la estupidez es peligrosísimo? ¿O a la presidenta del FMI que opinó que la gente estaba viviendo demasiado? ¿O a los cantantes de reggaeton, que suelen escribir letras cargadas de machismo y cosificación sensual de la mujer para una audiencia mayoritariamente adolescente? Supongo que la respuesta está en que el sistema crea al enemigo a su imagen y semejanza. Y necesita seres que presuman de ser absolutamente libres en sus opiniones, por encima de la educación, la prudencia, las susceptibilidades o los intereses, para perseguir sus declaraciones, en todo momento y sobre cualquier cosa, como si fuese una máquina de boutades, para enardecer al circo romano.

Es evidente que la cuestión no reside en que existan cosas que no se puedan decir. Más bien tiene que ver con que hay cosas que si decimos, originan consecuencias. Y en esa voluntad de asumir o no esas consecuencias reside nuestra libertad y nuestro vínculo con la autocensura.

Todos manejamos opiniones, argumentos, ideas que no nos atrevemos a manifestar porque nos intimida la mala interpretación que de nuestras palabras pueda hacer la siempre asalvajada masa o los masificados líderes de opinión. Yo, por ejemplo, siempre he tenido ganas de escribir una columna en la que apuntar que cuando una ciudad está sucia es porque sus habitantes, en general, lo son. Pero no lo he hecho porque nadie quiere leer que el guarro es él. Queremos leer que los cerdos son los demás, que los corruptos son los otros y que la culpa siempre descansa sobre otros hombros.

O una columna sobre el acoso al que te someten los voluntarios de las ONG que van a la caza de tu solidaridad, y tus euros, de una manera tan agresiva que logran que las personas les eviten como quien se aleja del mal fario. Y no lo hago porque la causa que defienden es justa e ineludible aunque su estrategia se me antoje violenta. O reivindicar que me gusta el dinero, que me gusta ganarlo con mi trabajo y que exijo que se me remunere como creo que merezco, por mi trayectoria y por mis conocimientos. Y no lo hago porque tendría que evidenciar a las empresas que me malpagan y seguramente tomarían represalias, tendría que escribir contra aquellos que me solicitan que trabaje gratis para una buena causa y contra esos que el día que le sumé una cifra decente a mi ocupación dejaron de llamarme. O firmar que Mediaset empobrece la ficción que se hace en este país y envilece el negocio del entretenimiento –el de la cultura ni lo huele- cuando se asume que su consejero delegado puede interferir en las tramas de las series hasta desvirtuarlas, o tratar la renovación con la actitud de un emperador romano jugando con el trabajo de cientos de personas o rechazar actrices porque no tienen las berzas todo lo grandes que él considera. Y no lo hago porque no quiero ofender a actores ni a actrices que se buscan el pan, ni a los amigos que trabajan para una de las empresas que más ha contribuido al embrutecimiento de las clases populares en este país. Porque cerrarme puertas, a estas alturas, les aseguro que me preocupa poco. Hace tiempo que dejé de fijarme en las puertas y empecé a prestar atención a las personas que llamaban a la mía.
 

socrates99

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Estamos creados,y lo digo bien,creados y programados para pensar en una cosa o en su opuesto.
Trata de debatir a un rojeras o a un muy de derechas y su única forma de defender su argumento es llamarte rojo o muy de derechas.
Lo mismo con uno de Madrid o Barsa,y así hasta el infinito.
Las sociedades estas pre-fabricadas por el poder,y el poder te va dando instrucciones de cómo tienes que funcionar,te da una tesis y una antítesis,pastilla azul o roja,cartas marcadas.
Libre albedrío?
Decirme una sola idea u opinión genuinamente vuestra,solo una...¿difícil?...cuando aparece en la historia una persona que crea opiniones que se salen del camino escrito,o bien crea nuevos paradigmas,o si no interesan,simplemente lo queman.
 

reconvertido

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Estamos creados,y lo digo bien,creados y programados para pensar en una cosa o en su opuesto.
Trata de debatir a un rojeras o a un muy de derechas y su única forma de defender su argumento es llamarte rojo o muy de derechas.
Lo mismo con uno de Madrid o Barsa,y así hasta el infinito.
Las sociedades estas pre-fabricadas por el poder,y el poder te va dando instrucciones de cómo tienes que funcionar,te da una tesis y una antítesis,pastilla azul o roja,cartas marcadas.
Libre albedrío?
Decirme una sola idea u opinión genuinamente vuestra,solo una...¿difícil?...cuando aparece en la historia una persona que crea opiniones que se salen del camino escrito,o bien crea nuevos paradigmas,o si no interesan,simplemente lo queman.
Por cómo se desarrolla posteriormente tu argumento es fabricados.
 

nini sin complejos

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"mis padres tienen que darme todos los vicios, y si no que no me hubieran tenido"
 

Polirisitas

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nel OGT tu biega
Cosas que no se pueden decir....


Pues "viva los novios!!" a la salida de un funeral. Queda feo y los hijos y los amigos más allegados te pueden partir la cara.
En principio tampoco es muy buena idea acercarse y decirle "te doy mi pésame" al novio recién casado, durante el convite posterior a la boda, aunque infinitamente más asertivo sí, eso seguro.
 
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bocadRillo

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t_chip

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Cosas que no se pueden decir....


Pues "viva los novios!!" a la salida de un funeral. Queda feo y los hijos y los amigos más allegados te pueden partir la cara.
Pues unos amigos y yo lo hicimos una vez.
Estábamos camino de acampar en el monte y pasamos por un pueblo donde había mucha gente aglomerada a la entrada de la iglesia.

Supimos lo que era porque nadie contesto y nos miraron fatal, pero no pasó nada.

Enviado desde mi Nexus 6 mediante Tapatalk

---------- Post added 05-sep-2016 at 07:31 ----------

Cosas que no se pueden decir | musaquontas

No es que la orden sea el silencio. Es que nos enseñan a temer a las palabras, a las consecuencias –pocas veces provechosas- de nuestra queja u opinión. Nos hemos acostumbrado a que sea más rentable autocensurar un comentario que educarnos en el pensamiento crítico. Cada vez me encuentro con más personas que optan por no hacer pública su opinión por miedo a la reacción de la masa, siempre irracional, visceral, antropológicamente nociva. Y al carecer de una formación basada en el discernimiento, en saber matizar entre una declaración y un ataque, hemos convertido la susceptibilidad en opinión pública.

En los últimos meses he asistido a más linchamientos en redes sociales que en toda la filmografía wéstern junta. No nos gusta la disidencia, homogeneizamos el pensamiento en nombre de la ideología, polarizamos los argumentos, negamos el matiz, no verbalizamos aquello que, ya sea por corrección política o por impopularidad, podría traernos problemas.

A comienzo de semana escuché al actor Willy Toledo quejarse, ni más ni menos que en el programa de televisión Hable con ellas de Telecinco, del boicot que estaba padeciendo en España por manifestar libremente su opinión. Y yo, que puedo compartir el trasfondo de algún pensamiento de Toledo pero estoy en las antípodas de sus formas, pensé que la engañosa supremacía de este sistema reside precisamente en que es capaz de asumir el pensamiento y su oposición, por radical que sea. El sistema crea su propio antisistema y lo sienta en un sofá de Mediaset. El actor es el romántico tipo libre que está solo porque dice lo que piensa y la televisión del sistema lo exhibe, para escarnio de unos y admiración de otros. Juro que tras ver a Willy Toledo debatiendo con estudiosas de la talla de Rocío Carrasco o Alba Carrillo, que le afeó que disfrutase del nudismo en la playa –atentos al nivelón-, llegué a pensar que bastante poco veto se hace en este país a determinadas opiniones. ¿Por qué se veta a Toledo por opinar que aplaudiría a Nadal si jugase con la Cuba comunista y no vetamos a Alba Carrillo o al Pequeño Nicolás, que suelen opinar necedades y todos sabemos que acostumbrar a un país a la estupidez es peligrosísimo? ¿O a la presidenta del FMI que opinó que la gente estaba viviendo demasiado? ¿O a los cantantes de reggaeton, que suelen escribir letras cargadas de machismo y cosificación sensual de la mujer para una audiencia mayoritariamente adolescente? Supongo que la respuesta está en que el sistema crea al enemigo a su imagen y semejanza. Y necesita seres que presuman de ser absolutamente libres en sus opiniones, por encima de la educación, la prudencia, las susceptibilidades o los intereses, para perseguir sus declaraciones, en todo momento y sobre cualquier cosa, como si fuese una máquina de boutades, para enardecer al circo romano.

Es evidente que la cuestión no reside en que existan cosas que no se puedan decir. Más bien tiene que ver con que hay cosas que si decimos, originan consecuencias. Y en esa voluntad de asumir o no esas consecuencias reside nuestra libertad y nuestro vínculo con la autocensura.

Todos manejamos opiniones, argumentos, ideas que no nos atrevemos a manifestar porque nos intimida la mala interpretación que de nuestras palabras pueda hacer la siempre asalvajada masa o los masificados líderes de opinión. Yo, por ejemplo, siempre he tenido ganas de escribir una columna en la que apuntar que cuando una ciudad está sucia es porque sus habitantes, en general, lo son. Pero no lo he hecho porque nadie quiere leer que el guarro es él. Queremos leer que los cerdos son los demás, que los corruptos son los otros y que la culpa siempre descansa sobre otros hombros.

O una columna sobre el acoso al que te someten los voluntarios de las ONG que van a la caza de tu solidaridad, y tus euros, de una manera tan agresiva que logran que las personas les eviten como quien se aleja del mal fario. Y no lo hago porque la causa que defienden es justa e ineludible aunque su estrategia se me antoje violenta. O reivindicar que me gusta el dinero, que me gusta ganarlo con mi trabajo y que exijo que se me remunere como creo que merezco, por mi trayectoria y por mis conocimientos. Y no lo hago porque tendría que evidenciar a las empresas que me malpagan y seguramente tomarían represalias, tendría que escribir contra aquellos que me solicitan que trabaje gratis para una buena causa y contra esos que el día que le sumé una cifra decente a mi ocupación dejaron de llamarme. O firmar que Mediaset empobrece la ficción que se hace en este país y envilece el negocio del entretenimiento –el de la cultura ni lo huele- cuando se asume que su consejero delegado puede interferir en las tramas de las series hasta desvirtuarlas, o tratar la renovación con la actitud de un emperador romano jugando con el trabajo de cientos de personas o rechazar actrices porque no tienen las berzas todo lo grandes que él considera. Y no lo hago porque no quiero ofender a actores ni a actrices que se buscan el pan, ni a los amigos que trabajan para una de las empresas que más ha contribuido al embrutecimiento de las clases populares en este país. Porque cerrarme puertas, a estas alturas, les aseguro que me preocupa poco. Hace tiempo que dejé de fijarme en las puertas y empecé a prestar atención a las personas que llamaban a la mía.
Eso de que la causa de las ONG es justa, así en general, no te lo crees ni tu.

Que hayas dicho eso es un ejemplo de lo que explicas en este texto.


Es justo la causa de algunas, la de otras no, y aparte, y dado que el fin no justifica los medios, la de aquellas que avasallan a la gente por la calle y/o por teléfono para recaudar, deja de ser justa debido a eso.

Las ONG deberían estar prohibidas en cuanto hacen algo ilegal. O se cambia la ley, o se ilegaliza la ONG, pero no pueden cohabitar una y otra.

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Beriaru

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Eres esclavo de tus palabras y dueño de tu silencio
Por callarnos hemos llegado a la situación en la que estamos. A veces hay que levantarse y dar un par de voces... o dos palos, a la mesa o al interlocutor según sea menester.
 

ApoloCreed

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Estamos creados,y lo digo bien,creados y programados para pensar en una cosa o en su opuesto.
Trata de debatir a un rojeras o a un muy de derechas y su única forma de defender su argumento es llamarte rojo o muy de derechas.
Lo mismo con uno de Madrid o Barsa,y así hasta el infinito.
Las sociedades estas pre-fabricadas por el poder,y el poder te va dando instrucciones de cómo tienes que funcionar,te da una tesis y una antítesis,pastilla azul o roja,cartas marcadas.
Libre albedrío?
Decirme una sola idea u opinión genuinamente vuestra,solo una...¿difícil?...cuando aparece en la historia una persona que crea opiniones que se salen del camino escrito,o bien crea nuevos paradigmas,o si no interesan,simplemente lo queman.
Por eso mismo discutir cualquier tema con gente me parece que no tiene sentido,tengo comprobado que en general uno elige entre el ramillete de 3 o 4 argumentos "pre fabricados" que te presentan los medios,el que mejor se adapta a tu personalidad y tus intereses, y el intercambio de opinion consiste basicamente en subir o bajar el volumen con que se manifiestan o ser mas o menos vehemente...

Soy un puñetero asocial :roto2: