Historias del paro

auriga

Madmaxista
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La colas del paro crecen en Sevilla

Desde el término de la Expo 92, no se conocía en la ciudad una recesión laboral (142.616 parados) tan grande, aunque la alarma estadística aún no se ha traducido en alarma social

En la Oficina de Empleo de Amate, situada en la calle San Juan de la Cruz, con una de las bolsas de desempleo más densas de toda Andalucía, se lee a la entrada una curiosa oferta de trabajo: invitan al personal a apuntarse a los Paracaidistas. Una metáfora de esta caída en picado de las expectativas de empleo, que en Sevilla se ha cobrado 23.602 parados nuevos en este último mes de agosto con respecto al mismo periodo del año pasado.

A Encarni no la llamaron para ofrecerle un puesto de paracaidista, pero casi. Esta divorciada de 38 años acudía el jueves con sus dos hijos a sellar el paro. En 14 años, desde que en 1994 terminó los estudios de Graduado Social, sólo la han llamado en una ocasión para ofrecerle un trabajo: tres meses de sustitución como vigilante del Museo de Artes y Costumbres Populares en el verano de 2005. "Siempre les digo lo mismo: que no me llaman, que no hay ofertas". Empieza en su familia la cuesta de septiembre, que incluye los gastos de colegio de sus hijos, que se las prometían muy felices los días de verano que pasaron con su abuela en el paraíso extremeño de Segura de León.

Francisco José Fernández Jurado y Francisco Javier Bocanegra son a sus 19 años condiscípulos de juegos infantiles en la barriada de Su Eminencia, de colegio, hasta que terminaron sus estudios en el centro escolar Diamantino García Acosta, y lo son ahora de paro. Nacieron en 1989, el año que cayó el muro de Berlín, que la generación de sus padres veía como un bálsamo contra todos los dolores de esta sociedad. En julio pasaron a engrosar las listas del desempleo: parados en julio, cifras del paro en agosto. Francisco José fue uno de los 12 albañiles despedidos en una obra que se realizaba en Torreblanca. Su amigo Francisco Javier, electricista, trabajaba en la calle Baños en una empresa que habilitaba oficinas bancarias. "No me querían pagar las horas extras y me harté". Lo malo es que su padre, que trabajaba en la Delegación de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Sevilla, también se ha quedado en el paro. "Te piden experiencia", dice uno. "Te piden de todo", dice el otro, "la FP 2, el carné de coche, que no lo tengo. La máquina de internet te da ofertas, la mujer del mostrador sólo te pone pegas".

Abunda en esta oficina el demandante del paro que acude en su motocicleta. No todos son parados al uso. "Yo he estado ocho años en la guandoca y voy a ver si me arreglan los papeles del paro", dice David López Durán, 38 años, cerrajero de profesión antes de que entrara en prisión. "He estado preso los años que más dinero han ganado los constructores. Han hecho hasta cárceles nuevas". No le gustan las colas. Ni la del paro. "Por no esperar en una cola atraqué un banco", dice desde el sillín de su moto Aruba dando a entender el motivo por el que estuvo entre rejas.

"Yo no estoy parado. La parada es mi mujer". Antonio tiene 30 años, también se va en una motocicleta Gilera y es parado consorte. "Yo trabajo en el Registro de la Propiedad y crisis hay. Por lo que veo te puedo decir que en Dos Hermanas, en Alcalá de Guadaíra, la cosa todavía se mueve, pero en Sevilla capital la cosa está fatal, hay muchos despidos".

La muralla de la Macarena es la postal que todos los días ven los funcionarios de la oficina de Empleo situada en la calle del mismo nombre, una de las ocho con que cuenta el Ministerio de Trabajo en la capital. Abren la puerta a las nueve de la mañana y la verdad es que no había demasiado movimiento. "Hay crisis por todos lados", dice un joven que prefiere permanecer en el anonimato. A Jonathan Camuñas Iglesias, 25 años, no le importa revelar su identidad. Ni sus circunstancias laborales. Nació el año que Felipe llegó al poder y prometió 800.000 puestos de trabajo. Él perdió el suyo. "El lunes y el martes fui a trabajar y el miércoles me quedé en el paro". Siempre ha trabajado con la ferralla, el oficio que le enseñó su padre, su maestro hasta que sufrió un infarto cerebral. Trabajaba en una obra situada junto a la iglesia de San Luis. "La subcontrata dejó de pagarnos y le han quitado la obra". El futuro se le presenta incierto, con una hija, Irene, de sólo tres meses. La diferencia es sustancial. "Esto ya se veía venir", dice Jonathan. "Últimamente, si le pedías al empresario 80 euros, te decía que 70 o nada, y contrataba a extranjeros por 40 euros".

Un hombre que acude de acompañante se queda fuera e improvisa un soliloquio. "Yo no estoy en el paro. Ahí es donde está la verdadera economía sumergida, donde se pierde todo. ¿Qué declaran a Hacienda? Nada". Se muestra partidario de restaurar la ley de Vagos y Maleantes para perseguir la picaresca y de impartir cursillos obligatorios para los desempleados:"Ahora quieren un trabajo a la carta. Vaya usted a la cosecha de la aceituna, y después a la de la naranja. A ver cuántos parados encuentra".

"Yo no soy de los parados nuevos. Ya soy un veterano". Y eso que Francisco sólo tiene 31 años. Es el penúltimo de ocho hermanos. El único de los ocho que está en el paro. Su padre trabajó de camarero en el bar Avenida, "cuando tres hombres llevaban cien veladores". Ha vivido en sus carnes el auge y caída de la construcción. "Yo la crisis la cogí por anticipado, como otros hacen con el préstamo para la hipoteca". Pintor de profesión, "me he pintado la mitad de la Antilla, he trabajado en todo el litoral andaluz, en chalés de medio Aljarafe", añora los tiempos en los que "te ibas de una empresa y te metías en otra. Era la ley del mercado. Si una empresa no te convenía, te marchabas y encontrabas otra. Eso se acabó". Eran años de mayor holgura económica. "Y los bancos lo sabían. Nos trataban como marqueses. Entré en una inmobiliaria y no me hizo falta ni nómina ni avalista. Me daban el piso. Menos mal que me mosqueé con mi parienta. Si no, no sé cómo lo habría podido pagar ahora".

Samira es jovenlandés de Oujda. Es una excepción en estos días de alarma estadística y cierto apocalipsis ministerial. No ha hecho falta que el ministro de Trabajo anule los contratos en origen. "Yo me he dado de baja voluntaria", dice Samira, 28 años, que en pleno Ramadán acudió a la oficina de Empleo de la Macarena sin desayunar. Estaba trabajando de dependienta en una tienda de la cadena MAS "y quiero dedicarme a estudiar para sacar mi título de Ingeniería Química".

Feriante, frutero, camionero, albañil. Andrés Romero, 43 años, hizo de todo, hasta trabajar en el pabellón de Kuwait que Santiago Calatrava diseñó para la Expo. El sábado se quedó en el paro. Acude a la oficina de Empleo con sus tres hijos: Christian, Jairo y Libertad: "Tres bocas que alimentar. Ellos lo llevan bien porque no se dan cuenta. Yo lo llevo fatal".
Y como estas, miles todos los días (3500 por día, el mes pasado en toda España). Si preguntáis a cualquiera que trabaje en una oficina del INEM os podrá contar muchas iguales, gente desesperada que no tiene (o al menos eso dicen) para pagar el alquiler, o que debe dos recibos, que no sabe dónde va a dormir esa noche... como para echarse a llorar.

Un saludo.

La fuente: http://www.diariodesevilla.es/article/sevilla/222901/la/colas/paro/crecen/sevilla.html