Walter Eucken
Madmaxista
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Aguirre, la funcionaria ex-presidente de reino de taifa, ... lo que uno tiene que leer...
"EN esta trampa burguesa que nos hace seres cuya plenitud ocurre en horario de merienda, quién no ha fantaseado alguna vez con pisar el acelerador. Con contemplar sirenas en el retrovisor. Con dejar atrás los parquímetros, las ambiciones, los impuestos, las normas, los comentarios climatológicos en el ascensor, el judo del niño, y abrazar la vida esteparia de los forajidos. Siempre hay un instante determinante, de tránsito, al que Lou Reed invitaba –«Take A Walk On The Wild Side»–, y que sin embargo eludimos por cobardía. Esperanza Aguirre lo ha atravesado. Y cómo. Ahora está al otro lado, allí donde la policía no se lleva por delante, a modo de escolta, sino por detrás. Allí donde sus conversaciones con el espejo empezarán a parecerse a las de Gil de Biedma. Mucho más libre que cuando su única libertad consistía en dar declaraciones indisciplinadas con las que robaba a Rajoy la intensidad doctrinal a la que él no se atreve, timorato de silencios crípticos y de falsa trascendencia estática.
¡Una persecución por las calles de Madrid! ¡Una moto de la policía –del Leviatán hobbesiano– chocada! ¡La Dama de Hierro sembrando el pánico en su utilitario, quiero pensar que con el «Highway To Hell» de AC/DC en el radiocasete! Me hago esperancista en este preciso instante. A Aguirre la teníamos atrapada en aburridas conjeturas sobre las candidaturas de Madrid. Que si sólo ella puede salvar la ciudad. Que si a Rajoy no le va a quedar más remedio que reclamarla por más que se detesten. Pero la lideresa, rebelde al fin y al cabo hasta las últimas consecuencias, se ha desembarazado del engrudo de las tristes especulaciones de cenáculo y ha preferido optar a un retrato de ficha policial como el que hace poco consagró a Justin Bieber. ¡Bravo!
La imagino ahora rodeada en su casa. Evitando las ventanas por temor a los francotiradores apostados. Un negociador agarrará un megáfono y tratará de ablandarla para que se rinda: «¡Todavía no ha muerto nadie, entréguese, que lo resolveremos sin que pise la guandoca!». Los nuevos esperancistas no queremos que se entregue. No ahora que ha vengado todas las veces que entregamos el DNI con docilidad en un control policial, no ahora que nos ha enseñado el camino de la escapada para existir en los términos de la «Nouvelle Vague». Lo que queremos es que nos venga a buscar en un Mustang, con un muñeco de Elvis que mueva las caderas en las curvas, para vivir por siempre contra el Estado y su intervención en el ser individual, contra la presión fiscal, contra el estatalismo recaudatorio, contra el IVA y el monopolio de la violencia. Porque esta lección de teoría liberal sí que la he entendido, sólo con que Esperanza Aguirre pisara el acelerador, que ni Milton. "
Lecci?n liberal - ABC.es
"EN esta trampa burguesa que nos hace seres cuya plenitud ocurre en horario de merienda, quién no ha fantaseado alguna vez con pisar el acelerador. Con contemplar sirenas en el retrovisor. Con dejar atrás los parquímetros, las ambiciones, los impuestos, las normas, los comentarios climatológicos en el ascensor, el judo del niño, y abrazar la vida esteparia de los forajidos. Siempre hay un instante determinante, de tránsito, al que Lou Reed invitaba –«Take A Walk On The Wild Side»–, y que sin embargo eludimos por cobardía. Esperanza Aguirre lo ha atravesado. Y cómo. Ahora está al otro lado, allí donde la policía no se lleva por delante, a modo de escolta, sino por detrás. Allí donde sus conversaciones con el espejo empezarán a parecerse a las de Gil de Biedma. Mucho más libre que cuando su única libertad consistía en dar declaraciones indisciplinadas con las que robaba a Rajoy la intensidad doctrinal a la que él no se atreve, timorato de silencios crípticos y de falsa trascendencia estática.
¡Una persecución por las calles de Madrid! ¡Una moto de la policía –del Leviatán hobbesiano– chocada! ¡La Dama de Hierro sembrando el pánico en su utilitario, quiero pensar que con el «Highway To Hell» de AC/DC en el radiocasete! Me hago esperancista en este preciso instante. A Aguirre la teníamos atrapada en aburridas conjeturas sobre las candidaturas de Madrid. Que si sólo ella puede salvar la ciudad. Que si a Rajoy no le va a quedar más remedio que reclamarla por más que se detesten. Pero la lideresa, rebelde al fin y al cabo hasta las últimas consecuencias, se ha desembarazado del engrudo de las tristes especulaciones de cenáculo y ha preferido optar a un retrato de ficha policial como el que hace poco consagró a Justin Bieber. ¡Bravo!
La imagino ahora rodeada en su casa. Evitando las ventanas por temor a los francotiradores apostados. Un negociador agarrará un megáfono y tratará de ablandarla para que se rinda: «¡Todavía no ha muerto nadie, entréguese, que lo resolveremos sin que pise la guandoca!». Los nuevos esperancistas no queremos que se entregue. No ahora que ha vengado todas las veces que entregamos el DNI con docilidad en un control policial, no ahora que nos ha enseñado el camino de la escapada para existir en los términos de la «Nouvelle Vague». Lo que queremos es que nos venga a buscar en un Mustang, con un muñeco de Elvis que mueva las caderas en las curvas, para vivir por siempre contra el Estado y su intervención en el ser individual, contra la presión fiscal, contra el estatalismo recaudatorio, contra el IVA y el monopolio de la violencia. Porque esta lección de teoría liberal sí que la he entendido, sólo con que Esperanza Aguirre pisara el acelerador, que ni Milton. "
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