Eric Finch
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¿pilinguis sí, madres no? | El blog de Santiago González
¿pilinguis sí, madres no?
Publicado en Miércoles, 5 marzo 2014 de Santiago González
El Gobierno va a incluir en el PIB a partir de octubre algunas actividades (prespitación, tráfico de drojas y de armas) que forman parte de la más oscura economía y generan un dinero oscuro que luego se blanquea por los más variados procedimientos, todos ellos delictivos.
Es preciso señalar que no es éste un capricho de Montoro. Eurostat ha ordenado su inclusión en las contabilidades nacionales antes de 2017. Nuestro Gobierno se lo ha tomado con interés y lo hará a partir de octubre. Las citadas actividades ascienden en España entre 10.000 y 20.000 millones anuales, lo que viene a suponer entre uno y dos puntos del PIB.
Ese dos por ciento no va a servir para que nuestra renta per cápita supere a la de Israel, país que nos antecede en la lista del FMI, pero sí nos va a bajar el ratio del déficit y de la deuda, lo que le permitirá el año que viene al presidente del Gobierno mejorar unas cifras económicas que ya parece que apuntan buenas.
Simon Kuznets, Nobel de Economía en 1971, inventor del PIB y padre del sistema de contabilidad nacional de EEUU, no era muy partidario de identificar el PIB de un país con su nivel de bienestar social.
Sostenía razonadamente que el PIB no contabiliza la autoproducción ni el autoconsumo, vale decir los bienes producidos y consumidos en el seno de las unidades domésticas, de los hogares. En Estados Unidos, el trabajo no remunerado contabilizado al precio del salario mínimo equivalía a una cuarta parte del PIB en 1975. Desde entonces ha ido aumentando en todo el mundo.
Casi las tres cuartas partes de ese trabajo están desarrolladas por mujeres, madres, amas de casa. Periódicamente, a lo largo de las últimas décadas, diversos organismos y asociaciones feministas han venido reivindicando el trabajo de las amas de casa (la puesta en valor, que se dice con el lenguaje al uso) y, eventualmente y en épocas de más boyante economía, la reclamación de un salario para remunerar el trabajo doméstico.
Nunca se ha considerado en serio la posibilidad de pagar al ama de casa. Zapaterose acercó, al establecer en 2007 una remuneración universal de 2.500 euros por parto, aunque en rigor no pudiera llamarse salario, sino más bien contrato por obra o servicio determinado. Además, se arrepintió en cuanto tuvo a bien enterarse de que la crisis había llegado para quedarse.
A mí lo de contabilizar lo de las pilinguis me parece bien, es oficio (o arte en opinión de Moratín) de larga tradición literaria, aunque no sea el más viejo oficio del mundo; todo lo más, el segundo. Antes de que Eva sacara conclusiones del efecto que producía la gimnasia sensual en aquel Adán y calculara que ella le podría sacar al tema un rendimiento, es seguro que Adán había inventado ya el periodismo: la primera vez salió corriendo en busca de alguien para contárselo.
‘La maman et la frutain’ se titulaba una película de Jean Eustache que inspiró el título de este artículo, una cosa muy francesa de primeros de los 70, con Jean Pierre Leaud de protagonista para mayor abundamiento. Hay pilinguis maternales y acogedoras, coimas bondadosas que nos ha presentado el cine y que forman parte de nuestra educación sentimental.
Pero, ¿y las madres? Montoro no va a contabilizar el trabajo de las madres en el PIB, una injusticia. Su trabajo es más benéfico y desinteresado. Además, tal como lo plantean el Monaguillo y su parroquia en un libro cuyo título no deja lugar a dudas: ‘Viva la madre que me parió’”, las madres son seres mágicos cuya baba tiene propiedades medicinales, desinfecta los chupetes caídos al suelo, las lentillas, y, como dicen Sergio Fernández y González-Campos en la publicidad: “¿Cómo no van a saber las madres de medicina, si ellas mismas tienen medicina dentro de su cuerpo? Una madre con su baba te puede curar una herida de guerra mojando un poquito de su baba en el piquito de un pañuelo”. No diré más.
La contabilidad nacional tiene un problema adicional para cuantificar el negocio de las hijas de la calle. Imagínense a los honestos funcionarios del INE tratando de evaluar las prestaciones para calcular la base imponible. Si lo incluimos en el PIB, habrán de pagar impuestos, otra cosa no se entendería. Y ya puestos, los gastos deducibles, el IVA de los condones, vibradores, máscaras de cuero, látigos y cuantos accesorios sirven para satisfacer las pocas, pero caprichosas fantasías masculinas.
Es un lío. Esto ya lo anticipó Mario Vargas Llosa. El esforzado capitán Pantaleón Pantoja, que recibe del mando la encomienda de organizar un servicio de prespitación para la soldadesca y ver de rebajar la alarmante cifra de violaciones en la Amazonía, ya hace notar en un parte redactado con prosa administrativa-castrense la dificultad de cuantificar el tema:
“Que no pudo el suscrito establecer, con la precisión que aconsejan el cálculo de probabilidades y la estadística de mercado (mercadotecnia), cuál es el promedio diario de prestaciones que tabula o está en condiciones de tabular una meretriz, para tener una idea tentativa de, primero, sus ingresos mensuales, y, segundo, de su capacidad operacional, porque, aparentemente, reina en este dominio la más extraordinaria arbitrariedad. Es así que una meretriz puede ganar en una semana lo que luego no consigue reunir en dos meses, dependiendo esto de factores múltiples, entre los que, posiblemente, se hallen hasta el clima y aun los planetas (influencia astral sobre glándulas y pulsiones sensuales de los varones) que tampoco importa demasiado determinar.”
Y si esto pasa con el puterío, que solo es objeto de hipocresía social, imaginen qué será con las drojas y el contrabando de armas, que no están tipificados sólo en el catecismo, sino también y principalmente, en el Código Penal. Ya lo sabía Don Corleone al rechazar el negocio de narcotráfico que le proponía Sollozzo: Es cierto que tengo amigos en la política, pero los perdería si supieran que mi negocio son las drojas. La chicas y el juego son un vicio inocente. Las drojas, un negocio sucio.
Las pilinguis sí y las madres no. Convendrán en que es una discriminación inadecuada para un Gobierno defensor de la familia. Hay, finalmente, en todo este asunto algo que excita mi curiosidad. Este plan para ampliar conceptualmente el PIB, ¿ya se lo ha contado el ministro de Hacienda a su colega del Interior?
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