kristallo
Madmaxista
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Una televisión que no quieren ver
Francisco Vacas y Ana María Rincón tienen en su casa una televisión que no desean ver. De hecho, cuando la miran, rememoran un disgusto que no quieren recordar. “Paco no la ha bajado ya al contenedor porque estoy embarazada y no quiere darme un berrinche”, manifiesta ella.
La historia comenzó en verano. Francisco y Ana María se enamoraron de un coche y acudieron a una oficina del BBVA para pedir un préstamo. Aportaron la documentación y la entidad de crédito le dio el visto bueno. “Nos pusieron como condición que domiciliáramos la nómina. Era algo normal”, explica Ana María Rincón. Asimismo, continúa: “Cuando cambié la cuenta en la que mi empresa me ingresaba el dinero a la de este banco, me dijeron que me correspondía una televisión de 22 pulgadas. Pagué 25 euros y me la llevé”. A los pocos meses, recibieron otra gran noticia. Ana María estaba embarazada. En cambio, una amenaza de aborto hizo que se ausentara algunos días de su puesto de trabajo, por lo que su nómina bajó. Una vez cobró 799 euros y algunos céntimos. Otra, 723, según explica. Precisamente, estas cantidades fueron el detonante de una desagradable sorpresa.
La penalización. Llegó fin de año y el banco aplicó una de las cláusulas del contrato. “Es verdad que lo pone, pero nos quejamos de que no te lo explican. Te dicen que el televisor es un regalo, entonces lo coges y te lo llevas. Sin embargo, cuando te lees detenidamente esos folios que te hacen firmar ves que, si la nómina baja de 800 euros, te penalizan”, cuenta Francisco Vacas, que trabaja como jornalero en la aceituna.
La entidad financiera restó 250 euros de la cuenta de Ana María Rincón. “Ni siquiera el televisor cuesta ese dinero”, lamenta ella.
Una televisión que no quieren ver
Si la hubieran domiciliado en bancolchón...
Francisco Vacas y Ana María Rincón tienen en su casa una televisión que no desean ver. De hecho, cuando la miran, rememoran un disgusto que no quieren recordar. “Paco no la ha bajado ya al contenedor porque estoy embarazada y no quiere darme un berrinche”, manifiesta ella.
La historia comenzó en verano. Francisco y Ana María se enamoraron de un coche y acudieron a una oficina del BBVA para pedir un préstamo. Aportaron la documentación y la entidad de crédito le dio el visto bueno. “Nos pusieron como condición que domiciliáramos la nómina. Era algo normal”, explica Ana María Rincón. Asimismo, continúa: “Cuando cambié la cuenta en la que mi empresa me ingresaba el dinero a la de este banco, me dijeron que me correspondía una televisión de 22 pulgadas. Pagué 25 euros y me la llevé”. A los pocos meses, recibieron otra gran noticia. Ana María estaba embarazada. En cambio, una amenaza de aborto hizo que se ausentara algunos días de su puesto de trabajo, por lo que su nómina bajó. Una vez cobró 799 euros y algunos céntimos. Otra, 723, según explica. Precisamente, estas cantidades fueron el detonante de una desagradable sorpresa.
La penalización. Llegó fin de año y el banco aplicó una de las cláusulas del contrato. “Es verdad que lo pone, pero nos quejamos de que no te lo explican. Te dicen que el televisor es un regalo, entonces lo coges y te lo llevas. Sin embargo, cuando te lees detenidamente esos folios que te hacen firmar ves que, si la nómina baja de 800 euros, te penalizan”, cuenta Francisco Vacas, que trabaja como jornalero en la aceituna.
La entidad financiera restó 250 euros de la cuenta de Ana María Rincón. “Ni siquiera el televisor cuesta ese dinero”, lamenta ella.
Una televisión que no quieren ver
Si la hubieran domiciliado en bancolchón...