Cuñada Ninja X: « El fantasma de las Navidades pasadas»

perroflauta

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Cuñada Ninja X: « El fantasma de las Navidades pasadas»

Estimados conforeros, burbujos todos.

Quizá recordarán ustedes que en la última entrega de la saga, les hacía partícipes de una buena nueva, la aparición de un personaje estelar y a la sazón mi salvador particular. Este superhéroe, cuyo nombre prefiero mantener en el economato, y al que en adelante nos referiremos como Bruce Wayne, alias Batman, alias el Caballero Oscuro, no es otro que el nuevo flamante compañero sentimental de mi hermana política. Se trata de un picateclas de la City londinense (mulatito según mi cuñada, oscuro grillo según mi opinión) que, a los pocos meses de iniciar su idilio, se ofreció voluntariamente a satisfacer las deudas que su nueva novia mantenía con este humilde servidor y su costilla, las cuáles se aproximaban peligrosamente a los cinco mil aurelios.

Pueden imaginarse ustedes el alborozo con el que recibimos la noticia de la cancelación de una deuda odiosa que se remontaba a varios años atrás y que, lejos de menguar, amenazaba con crecer mes a mes. Sin embargo las novedades no concluyeron aquí. Lejos de conformarse con obrar este milagro, Batman animó a SisterInLaw Woman a que nos invitase a celebrar con ellos en Londres las pasadas Navidades.

Todos nuestras excusas para tratar de evitar el viaje resultaron vanas frente la insistencia de la pareja, sobre todo ante el aviso de que Batman había reservado y pagado de su propio bolsillo dos billetes al tiempo que manifestaba la ilusión que le haría hospedar en su casa a la familia de su amada.

Ante tan abrumadora muestra de hospitalidad no pudimos por menos que aceptar su oferta y, cual rústicos en dinerolandia, aterrizamos una fría mañana de finales de diciembre para ser recogidos por la extraña pareja y conducidos a un modesto dúplex de más de cien metros cuadrados situado en una zona de la ciudad reservada a profesionales de la City y demás gente de mal vivir.

Nada más dejar las maletas nos expuso con todo lujo de detalle el programa de festejos que nos aguardaba las próximas horas: comida en restaurante exótico para estrechar lazos, película en cine típico , cena por todo lo alto en local con actuaciones y fiesta hasta que el cuerpo aguante como colofón. Para cuando Batman hubo terminado de hablar, este humilde servidor de la Muy Leal Orden de la Loncha Fina experimentaba flojera de piernas agravada con amigdalitis testicular ante la perspectiva de un sablazo brutal nivel 17 a nuestro presupuesto.

Sin embargo, mi cuñada, que debió alarmarse por el tono verdeazulado de mi rostro améń de mis balbuceos incoherentes, apresuró a aclarar cortesmente que todo entraba en el mismo forfait que los pasajes de avión.

Aliviado ante este nuevo giro de los acontecimientos nos encaminamos a uno de esos restaurantes de plato para vikingo, ración para bailarina y precio para jeque árabe. Pese a hallarme completamente fuera de mi hábitat en tal contexto, me esforcé en dejar el pabellón hispanistaní bien alto comportándome como cualquier buen compatriota hubiese hecho en mi lugar: comiendo y bebiendo como si no hubiese mañana.

La próxima parada programada era ver en familia una película elegida por mi cuñada llamada «Argo». Personalmente no albergaba ningún interés en lo que me sonaba a un film relacionado con etnianos era nulo pero dado que, al termino de la comida, mi espíritu nacional clamaba a gritos una siesta, un sillón , calefacción y oscuridad parecían un lugar tentador.

Finalmente aguanté despierto casi todo el comienzo de la película y, por suerte, un codazo a lo Tong Po de mi parienta minutos antes de que concluyese la misma me permitió desperezarme antes de que se encendiesen las luces. Además, la preferencia de la parejita por escuchar sus propias críticas que las de los demás permitieron evitarme el sonrojo de tener que formular la mía propia.

No les aburriré, hermanos burbujos, con los detalles de una lujosa cena y de una posterior fiesta pantagruélica en la que corrió el licor a raudales. No obstante si considero relevante resumirles la nueva vida que mi Archicuñada disfruta desde que Batman entró en su vida y de la cual nos hizo partícipes a lo largo de horas de conversación.

Apenas un par de meses después de conocerse tomaron la decisión de vivir juntos en la humilde choza de Bruce con. Después de que éste aportase a mi cuñada los fondos necesarios para saldar las deudas que ésta mantenía con otros acreedores como nosotros. No contento con ello, se animó a financiar el último capricho de su enamorada: pagar casi 6000 libras para que pudiese disfrutar de su nuevo hobbie: exponer esculturas propias de una prescolar en una conocida galería de arte que cobra a pardillos con dinero por aparentar ser artistas.

Me resulta imposible realizar un cálculo siquiera aproximado de lo invertido por Bruce en SisterInLaw Woman pero, como diría un intelectual español, lo cierto es que su vida ha experimentado un giro de tresciento sesenta grados.

He de reconocer que me alegro sinceramente por ella y deseo toda una vida de amor y dispendio a la pareja. Si, lo se, muchos de ustedes exclamarán acusadores: « Qué cabrón, está contento por quitarse el muerto de encima». Nos ha dolido, si por mí fuese nombraba a Batman hijo predilecto de mi casa.

Sin embargo, pese a esta aparente situación idílica, mi natural agorero presagia nubarrones de tormenta en el horizonte de mi cuñada que pueden terminar en chubascos sobre un servidor. Pero no es sólo mi instinto sino la ciencia misma quién vaticina que esta relación no puede prolongarse mucho más en el tiempo. Les estoy hablando de la famosa Ley Diosdado, cuyo enunciado establece que el interés de un hombre en una tía es inversamente proporcional al número de veces que se la ha tirado. Sí amigos, ella puede ser una lozana Natalie Portman de treinta primaveras que ha encandilado a un potentado empleado de banca que fantasmea de holgada economía. Pero, ¿ qué sucederá cuando, con el transcurrir del tiempo su lozanía merme, o cuando otra Farala aparezca en la oficina?.

En ese momento Cenicienta deberá abandonar la fiesta triste y sola. Adivinen quién lleva todas las papeletas para recoger el juguete roto y pagar la factura. Y sobre todo, piensen en su consorte ...
 
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