Las dudas de las fortunas gallegas obligan a Novacaixa a buscar novia

Urederra

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Las dudas de las fortunas gallegas obligan a Novacaixa a buscar novia

La entidad tantea a Caja Madrid y Banco Base como alternativa de recapitalización

Aunque el proyecto de la gran caja gallega no ha sido desterrado del ideario del Gobierno de Núñez Feijóo, la dura realidad ha caído como una losa en los planes de futuro de Novacaixagalicia (NCG). La respuesta de las grandes fortunas locales a invertir en el futuro banco gallego no ha sido tan entusiasta como se esperaba y la cúpula de la entidad se ha visto obligada a ponerse a trabajar en un plan B, que incluye la integración en uno de los SIP que ya están en marcha. Hasta el momento, y según ha podido saber ABC, la cúpula de la caja gallega se habría interesado en hacer números con Bankia —el SIP que lideran Caja Madrid y Bancaja— y Banco Base —Cajastur, CAM, Caja Extremadura y Caja Cantabria—.

En el caso de Caja Madrid, se trataría de rescatar la fusión inicial que se planteó a mitad de año del ejercicio pasado con Caixa Galicia, cuando la entidad madrileña era presidida por Miguel Blesa. Tampoco la baza de Banco Base sería del todo novedosa. Caixanova mantuvo intensas conversaciones con Cajastur y Caja Murcia a finales del año 2009 para formalizar una fusión «virtual».

Fuentes cercanas a NCG enmarcan estas conversaciones en el mandato dado por el consejo de «analizar todos los caminos de futuro». Pero lo cierto es que aunque esta alternativa aportaría solvencia a corto plazo, también se llevaría tras de sí la «galleguidad» de la entidad, causa última de la actual fusión e importante baza desde el punto de vista político.

Precisamente por esta razón, desde el Gobierno regional no se ve con buenos ojos este camino. Fuentes cercanas a la entidad afirman que el Ejecutivo regional ha hecho llegar a la caja el mensaje de que la apuesta de recapitalización debe hacerse pública cuanto antes y que esta vía debe ser la «única» opción de futuro. De hecho, el propio presidente gallego aprovechó una entrevista radiofónica para dejar claro su deseo de que «todos» los directivos de NCG trabajen en esta vía «como hacen las grandes cajas españolas».

Y lo cierto es que tras las directrices de la Junta se esconde mucho más que el simple control de la caja, pues un eventual conflicto podría llegar a escalar a la política nacional. Ayer mismo, el ministro de Fomento, José Blanco, profundo conocedor de las repercusiones que tendría para la Xunta un fracaso de la fusión gallega, lanzó la primera piedra. En un desayuno informativo del Foro Nueva Economía organizado en Santiago de Compostela, Blanco censuró los «empecinamientos autárquicos» en el sistema financiero, que «tienen un resultado más bien estéril». «El capital no tiene denominación de origen. Lo estamos viendo estos días, en los que al final los balances se imponen a las intenciones», sentenció, al tiempo que rehusaba a animar al empresariado gallego a participar en el nuevo banco.

Réplica de Feijóo
El mensaje fue rápidamente contestado por Núñez Feijóo: «Espero y deseo que el Gobierno deje tiempo a NCG y estoy convencido de que lo hará, a no ser que haya un interés por parte del Gobierno para que en Galicia no haya caja, que es algo que sospecho, si bien me gustaría que quedase en una sospecha», remachó.

Mientras tanto, en el sector mantienen los ojos bien abiertos a la espera de oportunidades. Ayer fue el primer banquero de España, Emilio Botín, quien verbalizó la actitud que hoy impera en todo el sector: «Aún no hay tomada ninguna decisión sobre las operaciones con las entidades de ahorro españolas. Veremos el panorama y a la vista de las circunstancias tomaremos actuaremos», declaró.
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bambum

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Tanta regatita para tus amiguitos, y ahora te dicen que las pelas las busques en otro lado (justicia romantica).

Ahora vendran a por los del pueblo, blandiendo la bandera de una obra social, que no se la ha visto el pelo en decadas.
 

Chuck Norris

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Irlanda ha sido un referente para Galicia desde que hubo gallegos conscientes de serlo. A finales del siglo XIX, Alfredo Brañas (sí, ese bajo cuya advocación el PP de Galicia puso su fundación, ahora absorbida por la FAES) escribió el poema ¡Como en Irlanda! cuyo verso final la Xeración Nós convirtió después en eslogan: "Galicia, érguete e anda, como en Irlanda, como en Irlanda". A finales del siglo XX, Irlanda volvió a ser un referente, en este caso para las élites económicas, pasmadas por crecimientos anuales del PIB de hasta el 10% anual. En ninguna de las dos ocasiones, sin embargo, se aprovechó el ejemplo. Incluso estuvo Galicia más cerca de seguir el camino irlandés en la primera que en la segunda.







Mientras en Irlanda invertían en formación, aquí en Galicia lo hacían en rotondas y asfalto


A finales del siglo XX Éire pasó de ser un país pobre a tener una de las rentas per cápita más altas del mundo gracias a, sin meternos en honduras, que logró atraer a grandes multinacionales por una mezcla de idioma, imagen, política fiscal y apuesta educativa. No sé qué conclusión sacaron las élites gallegas, pero me temo que se quedaron con la de que había que aprender inglés. Entiendo que no dedujeran que tener un Estado propio ayuda bastante a diseñar políticas propias, pero en lo que sí se pudo hacer, se hizo lo contrario. Mientras allí invertían en formación, aquí lo hacían en rotondas y asfalto. En lugar de aprovechar la proyección en América y el hecho de ser la única comunidad con lazos lingüísticos tanto con las depauperadas economías hispanoamericanas como también con la emergente brasileña, aquí la única utilización de la diáspora fue la electoral.
Nunca hay que abandonarse al desaliento, pero me temo que no haya demasiado que esperar de las élites gallegas. Salvo excepciones de personas y ocasiones, en general han dimitido de su función dirigente, y se limitan a ejercer de administradores o apoderados de la finca. Más o menos el papel de Don Pedro, el perito, que desempeñaba Agustín González en Los santos inocentes de Mario Camus ("la servil clase media con ínfulas de grandeza, incipientes corruptos", en palabras del crítico Diego Galán). Desde el poder, las loas diarias a los emprendedores se concretan en hacerles favores y allanar el camino a los de siempre, discriminar las iniciativas dependiendo de quién las promueva, y contemplar pasivamente la hemorragia continua de talento joven.
Claro que no sólo hay Don Pedros en el PP, como demuestra la actitud del PSdeG ante el catálogo de fármacos del Sergas (¿por qué recetar fármacos genéricos es malo si lo decreta una consellería y sería bueno si lo decidiese un ministerio?). Y lo peor es que el donpedrismo gallego no se circunscribe a la denostada esfera política. Al Club Financiero de Vigo, el supuesto think tank de la clase empresarial más dinámica de Galicia no se le conoce otra labor intelectual que hacer de poste repetidor de las ocurrencias de FAES/Aznar (su homólogo coruñés al menos se centra en proporcionar a la clase dirigente un ambiente cómodo para que se explayen en la intimidad).
El resto de la sociedad gallega que todavía no ha tenido muchas oportunidades de fracasar, roto el espejo irlandés, tiene a mano otro en el que mirarse. El de Islandia. El complejo político-económico islandés hizo lo mismo que todos los demás. Jugar a la ruleta financiera. A finales de 2008, sus deudas multiplicaban varias veces su PIB, la moneda se desplomó y la bolsa tuvo que suspender su actividad tras un hundimiento del 76%. El parlamento acordó la devolución a los inversores extranjeros de 3.500 millones de euros que tendrían que pagar los 300.000 islandeses mensualmente durante los próximos 15 años al 5,5% de interés. Pero los paganos se echaron con las cacerolas a la calle, exigiendo un referéndum. Se celebró hace exactamente un año (aunque quizás no lo hayan visto en los medios) y el 93% votó en contra. Varios banqueros y altos ejecutivos fueron detenidos (a otros los busca la Interpol). El parlamento más antiguo del mundo acordó otras dos medidas: una reforma de la constitución con la aportación directa de los ciudadanos y la IMMI (Icelandic Modern Media Initiative), una ley que refuerza la libertad de información y la transparencia (sobre todo de lo que se hace con los dineros de todos).
Claro que, dirán algunos, esto sólo es posible en una sociedad que tiene la misma población que Vigo y con un Estado independiente. Pero también en Galicia nos conocemos todos, hay más margen de maniobra del que dice Feijóo, y hubo reacciones populares inéditas en otras partes (Nunca Máis, las movilizaciones a favor del gallego). Lo malo es que el donpedrismo se está generalizando, y las clases dirigentes, sobre todo las políticas, en el tiempo libre que les deja la tarea prioritaria de acotar disidentes, se dedican a estrangular cualquier iniciativa que pueda surgir de la sociedad civil si carece del crotal de ortodoxia y obediencia correspondiente. Así que lo que queda a nivel propositivo, fuera de las vías establecidas, es practicar los tradicionales ritos de apareamiento intelectual en los bares o el onanismo reivindicativo en las redes sociales.
Como en Islandia · ELPAÍS.com