Explotaaa
Madmaxista
- Desde
- 4 Sep 2006
- Mensajes
- 8.153
- Reputación
- 7.156
Una joven madre adicta a las drojas tiene dos hijas de una relación en la que el progenitor se esfumó como humo, con lo que las pequeñas crecen oliendo la yesca quemada: tienen sólo apellidos maternos y un vacío de padre. Una red mafiosa aparece en escena y ofrece negocio: la madre necesita el dinero y hay un inmigrante indio que quiere prole española para lograr los papeles. Con lo que se sella el chanchullo entre dos almas desnortadas.
Así que la primera le vende la paternidad vacante de su hija mayor y le pone a la cría el apellido impronunciable del que paga. El apaño se consumó por 3.000 euros. Dice la madre vendedora que su pareja se los gastó en comprar un coche.
El puzle casa con pasmosidad a prueba de remilgos. Y da igual la cría de siete años que queda con el libro de familia trampeado y un apellido endilgado impronunciable.
La historia hay que contarla así porque, si no, no hay Dios que la entienda. Imposible concebir una madre mercadeando con la hija. Imposible desentrañar la compraventa de una indentidad.
La transacción comercial aconteció en Alzira en 2006 y ha motivado una denuncia interpuesta el pasado 19 de diciembre en el juzgado de instrucción número 19 de Valencia. Hay una explicación del enredo: por el hecho de figurar como padre de hijo español, un clandestino ve dificultado cualquier procedimiento de expulsión y facilitado el arraigo.
Es la abuela la que ha dado el paso de denunciar ante la Justicia a su propia hija, en un movimiento instintivo de proteger a la indefensa de la prole: la nieta de apellido robado.
"Si falto, ¿quién va a defender a mi nieta? Si falto, el falso padre puede llevársela, retornar a su país, venderla". El 'si falto'. Viene al caso porque la abuela María arrastra una enfermedad dura y ve un escenario terrible si se baja el telón y no está ella. El cáncer que faltaba.
Recuerda la abuela María que el cambio en su hija B. comenzó cuando se mudaron de Mallorca a Valencia. Tenía entonces 15 años, el mundo era una patata caliente y las nuevas compañías azuzaron aquel pálpito de brasas. Todo empezó a ir mal. Y B. crecía de mala gana.
Vinieron las dos niñas fruto de aquella primera relación que nunca bendeciría una madre. Hijas de aquel saco de huesos de padre con el mismo descompás de vida que B., así se fuera todo al traste. Las drojas a plena luz del día. Luego este túnel.
La mayor nació en febrero de 2002 y la pequeña, en abril de 2003. El padre dio esquinazo y la madre desapareció un tiempo dejando a una niña de pecho y a otra que echaba los dientes. Fue así que la abuela María, cansada de apoyar la nariz en el vaho de los cristales esperando, dejó su trabajo como patronista y se hizo un vestido nuevo: pidió el acogimiento legal y 'dio a luz' a las nietas.
La mayor cuenta siete años y la pequeña seis. Fueron B. y su última pareja los que sellaron la venta del apellido de la primera, que por entonces tenía cuatro años. Era agosto de 2006. El trapicheo se cristalizó en el registro civil de Alzira.
Hubo un soplo. Cuando la abuela María y el abuelo acudieron a las dependencias oficiales a indagar sobre los papeles de la niña mayor, les dijeron que la información estaba blindada. Y ahí salió la abuela María de nuevo, recogiendo de nuevo los añicos de jarrón roto con el cogedor.
"Volví a casa deshecha y le pregunté a la hija. Le dije que cómo había hecho aquello. Que había llegado al límite de la degeneración con unos hijos. Ella lo negaba todo. Al final me lo contó. Decía que la culpa había sido de él, que a ella le dijeron que el cambio era sólo por un tiempo, que el dinero lo cogió él para pagar lo que le faltaba para un BMW".
En el segundo libro de familia la niña es hija de un padre indio llamado Sukhjindr. Lo atestigua la partida de nacimiento literal. Antes tenía un apellido de lo más común. Hoy la niña que no lo sabe se apellida Singh.
La denuncia con la documentación que lo acredita está en el juzgado desde hace cuatro meses. También están denunciados la pareja de su hija, y hasta la madre de éste, por "saber y consentir", según María.
"No puedo salir de viaje con las niñas porque tendría que hacerles un carné de identidad. Y en ese carné se reflejaría su nuevo apellido. No quiero ni abrir ese libro de familia, porque allí no está mi nieta".
Habla bajito la abuela María, para que no oigan las niñas el cuento prohibido. "En junio lo dejó con su última pareja y desde noviembre vive con nosotros. Viene, come, desaparece un tiempo, regresa puesta hasta el cuello... Un día su padre tuvo que ir a buscarla a Benidorm, estaba durmiendo en la calle. Dice que trabaja de relaciones públicas en una discoteca. Lo que hace no es normal como madre. Ya lo ha intentado en dos centros de desintoxicación, pero nada", explica. "Por encima de mi hija están mis nietas. Yo tengo que morir en el intento de arreglar esto. La niña tiene que quitarse ese peso que lleva encima".
Cuando este pasado viernes volvimos a hablar con la abuela María, B. -que se quema a lo bonzo en sus 27 años- seguía desaparecida desde hacía varios días. Lo típico.
Es la abuela María la que hace la comida, cuida a las niñas, las lleva al 'cole' y les corrige los deberes.
Es la nieta mayor la que hace sonar el gong y enciende la tea.
�Abuela, ¿vamos a poder ir a Disney?
�No, porque no podemos hacer tu carné, cariño.
�¿Por qué?
Cuenta la abuela María que todas callan. La abuela. Las nietas. La madre ausente.
�No te lo puedo explicar ahora.
Una madre drojadicta vende la paternidad de su hija por 3.000 euros | España | elmundo.es
Y digo yo: ¿Estos eficaces y profesionales a la vez que mal pagados y vilipendiados funcionarios (según ellos) ven entrar en el registro a una Jenni con el tabique lijado, a un indio (Sij para más señas) con pintas de haber llegado hace 2 días y a su TRADUCTOR para reconocer la paternidad de su hija 8 años DESPUÉS de haber nacido y NO VEN NADA SOSPECHOSO?
Menos mal que la niña tenía abuela.
Así que la primera le vende la paternidad vacante de su hija mayor y le pone a la cría el apellido impronunciable del que paga. El apaño se consumó por 3.000 euros. Dice la madre vendedora que su pareja se los gastó en comprar un coche.
El puzle casa con pasmosidad a prueba de remilgos. Y da igual la cría de siete años que queda con el libro de familia trampeado y un apellido endilgado impronunciable.
La historia hay que contarla así porque, si no, no hay Dios que la entienda. Imposible concebir una madre mercadeando con la hija. Imposible desentrañar la compraventa de una indentidad.
La transacción comercial aconteció en Alzira en 2006 y ha motivado una denuncia interpuesta el pasado 19 de diciembre en el juzgado de instrucción número 19 de Valencia. Hay una explicación del enredo: por el hecho de figurar como padre de hijo español, un clandestino ve dificultado cualquier procedimiento de expulsión y facilitado el arraigo.
Es la abuela la que ha dado el paso de denunciar ante la Justicia a su propia hija, en un movimiento instintivo de proteger a la indefensa de la prole: la nieta de apellido robado.
"Si falto, ¿quién va a defender a mi nieta? Si falto, el falso padre puede llevársela, retornar a su país, venderla". El 'si falto'. Viene al caso porque la abuela María arrastra una enfermedad dura y ve un escenario terrible si se baja el telón y no está ella. El cáncer que faltaba.
Recuerda la abuela María que el cambio en su hija B. comenzó cuando se mudaron de Mallorca a Valencia. Tenía entonces 15 años, el mundo era una patata caliente y las nuevas compañías azuzaron aquel pálpito de brasas. Todo empezó a ir mal. Y B. crecía de mala gana.
Vinieron las dos niñas fruto de aquella primera relación que nunca bendeciría una madre. Hijas de aquel saco de huesos de padre con el mismo descompás de vida que B., así se fuera todo al traste. Las drojas a plena luz del día. Luego este túnel.
La mayor nació en febrero de 2002 y la pequeña, en abril de 2003. El padre dio esquinazo y la madre desapareció un tiempo dejando a una niña de pecho y a otra que echaba los dientes. Fue así que la abuela María, cansada de apoyar la nariz en el vaho de los cristales esperando, dejó su trabajo como patronista y se hizo un vestido nuevo: pidió el acogimiento legal y 'dio a luz' a las nietas.
La mayor cuenta siete años y la pequeña seis. Fueron B. y su última pareja los que sellaron la venta del apellido de la primera, que por entonces tenía cuatro años. Era agosto de 2006. El trapicheo se cristalizó en el registro civil de Alzira.
Hubo un soplo. Cuando la abuela María y el abuelo acudieron a las dependencias oficiales a indagar sobre los papeles de la niña mayor, les dijeron que la información estaba blindada. Y ahí salió la abuela María de nuevo, recogiendo de nuevo los añicos de jarrón roto con el cogedor.
"Volví a casa deshecha y le pregunté a la hija. Le dije que cómo había hecho aquello. Que había llegado al límite de la degeneración con unos hijos. Ella lo negaba todo. Al final me lo contó. Decía que la culpa había sido de él, que a ella le dijeron que el cambio era sólo por un tiempo, que el dinero lo cogió él para pagar lo que le faltaba para un BMW".
En el segundo libro de familia la niña es hija de un padre indio llamado Sukhjindr. Lo atestigua la partida de nacimiento literal. Antes tenía un apellido de lo más común. Hoy la niña que no lo sabe se apellida Singh.
La denuncia con la documentación que lo acredita está en el juzgado desde hace cuatro meses. También están denunciados la pareja de su hija, y hasta la madre de éste, por "saber y consentir", según María.
"No puedo salir de viaje con las niñas porque tendría que hacerles un carné de identidad. Y en ese carné se reflejaría su nuevo apellido. No quiero ni abrir ese libro de familia, porque allí no está mi nieta".
Habla bajito la abuela María, para que no oigan las niñas el cuento prohibido. "En junio lo dejó con su última pareja y desde noviembre vive con nosotros. Viene, come, desaparece un tiempo, regresa puesta hasta el cuello... Un día su padre tuvo que ir a buscarla a Benidorm, estaba durmiendo en la calle. Dice que trabaja de relaciones públicas en una discoteca. Lo que hace no es normal como madre. Ya lo ha intentado en dos centros de desintoxicación, pero nada", explica. "Por encima de mi hija están mis nietas. Yo tengo que morir en el intento de arreglar esto. La niña tiene que quitarse ese peso que lleva encima".
Cuando este pasado viernes volvimos a hablar con la abuela María, B. -que se quema a lo bonzo en sus 27 años- seguía desaparecida desde hacía varios días. Lo típico.
Es la abuela María la que hace la comida, cuida a las niñas, las lleva al 'cole' y les corrige los deberes.
Es la nieta mayor la que hace sonar el gong y enciende la tea.
�Abuela, ¿vamos a poder ir a Disney?
�No, porque no podemos hacer tu carné, cariño.
�¿Por qué?
Cuenta la abuela María que todas callan. La abuela. Las nietas. La madre ausente.
�No te lo puedo explicar ahora.
Una madre drojadicta vende la paternidad de su hija por 3.000 euros | España | elmundo.es
Y digo yo: ¿Estos eficaces y profesionales a la vez que mal pagados y vilipendiados funcionarios (según ellos) ven entrar en el registro a una Jenni con el tabique lijado, a un indio (Sij para más señas) con pintas de haber llegado hace 2 días y a su TRADUCTOR para reconocer la paternidad de su hija 8 años DESPUÉS de haber nacido y NO VEN NADA SOSPECHOSO?
Menos mal que la niña tenía abuela.
Última edición:
:
