Crónica de un viaje hacia el Afecto. (1er. Capítulo: Los personas de color huérfanos

afectopuro

Madmaxista
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"La prueba de un afecto puro es una lágrima". Lord Byron

Primero, sepa, lector, que este vídeo tiene un mero carácter testimonial, sirva como documento adjunto al texto, lo realmente importante. Lea, lea.

http://www.youtube.com/watch?v=lnNAeyH7wDU

Prologo: "La identificación del miedo." Pinche sobre el enlace: en azul, Afecto puro.

Es absolutamente necesario para la comprensión de mi empeño que lean antes el enlace referido, tras la siguiente línea.

En primer lugar, hermanos conforeros, pido disculpas por haber mentido:

http://www.burbuja.info/inmobiliaria/guarderia/152247-afecto-puro.html


Crónica de un viaje hacia el Afecto.

(1er. Capítulo: Los personas de color huérfanos de Las Madres)

No mentí, en el prólogo, de un modo absoluto, porque efectivamente sentí miedo. Sentí un vago miedo que consistía en creer, haciendo gala del vicio conspiranoico, que alguien podría ejercer el vulgar oficio de soplón y que alguna noticia llegase antes de tiempo a oídos de las gentes donde la comedia va a desarrollarse. El Afecto produce Afecto, entonces, el miedo produce miedo. Reconozco mi error y les traigo la buena nueva de mi periplo. Efectivamente estuve en Huelva. Tras ocho horas de viaje, llegué a Palos de la Frontera, tierra de conquistadores, de aquí partió Colón con los Pinzones. Llegue con la noche sobre mí y mi carácter impulsivo no se detuvo. En un autobús que cubre el recorrido entre Palos de la Frontera y Mazagón me vi rodeado de los presuntos destinatarios del Afecto. Unos quince personas de color, que charlaban acerca de asuntos cotidianos, unos reían y otros callaban con la mirada perdida. También claro, había ciudadanos españoles, y otros del Este. Alcé la voz, le pregunté a uno de ellos, que parecía desalentado:

—Este autobús va a “Las Madres”. Busco a los “sin papeles”.

Él, claro, me miró fijo y con recelo. Podía leerle el pensamiento: “Procesando información. Rubio, blanco, europeo, español, pregunta por asentamiento ilegal, sin papeles. ¿Qué quiere? ¿Qué pretende?” Por supuesto que esta no sería la secuencia concreta, no es lo mismo, pero es igual. Alguien, no él, dijo sí y se hizo el silencio. Los demás pasajeros comenzaron a murmurar. El asombro era general. Un caballero de mediana edad me miró extrañado. Una muchacha vulgar quiso decirme algo y no se atrevió. Llegamos a “Las Madres”, fin de trayecto para mí y los jovenlandeses, no todos, que algunos tendrían cobijo en Mazagón. De hecho, de quince bajamos seis, yo incluido. No había luces, ni parada y supuse que la empresa de autobuses había consentido parar allí porque al fin y al cabo era clientela. Al bajar me dirigí a ellos, más o menos en los términos del anterior artículo, el del enlace, donde miento. Además de la barrera del idioma, que no obstante entendían, vine a comprender más tarde, esa misma noche, mientras caminaba, que verdaderamente les estaba hablando en otra lengua. Donde ellos decían dinero, yo decía Afecto. Les hablaba, entonces, de una lengua de otro mundo, de una lengua poética acerca de un mundo poético. Ellos, tras haberme escuchado con atención uno y con desinterés el resto, me dijeron que volviese por la mañana (habrán aprendido de algún funcionario) y se perdieron en la noche del Paraje Natural de “Las Madres”. Aún discutían, no sé por qué. Así pues, debía hacer noche allí. “Las Madres” está, supe después, a cinco kilómetros de Mazagón y a unos cuantos más de Palos de la Frontera, decidí volver sobre mis pasos. Caminé unos kilómetros bajo el cielo oscuro carretera adelante, surte efecto el consejo de la dirección general de tráfico: “Haga caso omiso de las peticiones de pasaje”. Surcando las extensiones de invernaderos, grabé, pero no he podido recuperar nada, sólo se ven luces de automóvil, la noche era cerrada. Tras hora y media larga, creo, de caminata llegué a Palos de la Frontera y busqué posada. Me la ofrecieron a 60 euros, que tengo cara de guiri y rechacé. Así que opté por dar con mis huesos en un pub donde anunciaban concierto flamenco, allí estuve hasta que apenas me tenía en pie. El tercio de cerveza a euro y medio, los dos primeros, el resto, sin número concreto, a dos euros, que el camarero me supo vender una edición “especial” de no sé qué marca. Ya no me alcanzaba para la posada así que dormí al raso, en un descampado sin signos de contrucción, al lado de la carretera que comunica Palos con Mazagón, dentro del pueblo. A eso de las seis el relente de la mañana me despertó, me apreté unos cafés bien solos y esperé de nuevo al autobús, al autobús que conduce al Paraje Natural de “Las madres”, porque lejos de sentirme ofendido por los cinco anteriores destinatarios fallidos del Afecto, entendí que si quería hacerme entender tenía que hablar en su idioma, el idioma del mundo hostil, el idioma del mundo donde el Afecto no es asumido. Llevaba para ellos un libro de plantas curativas de la península ibérica y no menos de doscientos folios impresos de internet, extraídos de Botanicalonline, acerca de plantas y raíces comestibles. Una vez allí, en el paraje, como era de día, el sol bautizaba aquello, y la cosa, claro, era distinta. Me adentré en el paraje, sin miedo, y tras quince o veinte minutos de camino encontré a los destinatarios del Afecto. Ninguno era de la noche anterior. Estos eran de Mali, dijeron. Esperaba encontrar una gran comunidad, que estuvieran juntos, pero volví a equivocarme. Las chozas aparecen desperdigadas, las hay solitarias o formando conjuntos de tres o cuatro. No así el asentamiento desmantelado, el que aparece en el video. En fin, hable con una docena de jovenlandeses, les entregué la información impresa, les di dos copias del “Contrato no mercantil basado en Afecto” e intenté explicar aquello, si bien no hice mucho hincapié. Reparé más bien en las plantas. Si ellos supieran el género y las propiedades de las plantas del paraje, podrían hacer uso de ellas. El miedo me diría: “Sí claro, no te joroba, ahora que los sin papeles expolien el paraje”, aunque más expolia la clase dirigente. El Afecto me dice que esas personas necesitan ayuda y que si las ayudo ellas me ayudarán. Esto es un experimento, uso el método científico, empírico. Intento introducir el Afecto en el sistema y comprobar la reacción, he comenzado a pequeña escala, con mí, digamos, capital social. Benedetti ha dejado escrito que “el Norte es el Sur”, no va errado. Tenemos que entender que o nos salvamos todos o esto se va a pique. Terminé y regresé a mi tierra, también les dejé una mochila con comida, quizá leyesen algo mientras comían, que estaban los hombres depauperados y hambrientos. No vi una sola mujer, por cierto.

Pues bien, siguiente punto, necesito ayuda, quiero identificar las plantas del Paraje Natural de “Las Madres” para los personas de color huérfanos y llevarles esa información, plantas medicinales y comestibles. Al parecer hay centenares de personas sólo allí y otros asentamientos cercanos en otras poblaciones. Samanta Villar, por su parte, a la que envié un mail por la ficha de contacto de la cadena que emite el programa, ha hecho un reportaje acerca de “21 días de lujo”.

Me alegra el haberme impuesto voto de silencio en el Burbuja.info hasta no tener algo que contar.

¿Alguien me echa una mano? El Afecto produce Afecto.
 
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